No es para enorgullecerse, pero en México han ocurrido algunos hechos que no son precisamente para enorgullecerse. Me refiero a que ha habido matanzas y otros actos criminales en el transcurso de nuestra historia.
Para citar algunas de ellos, mencionaré el sacrificio humano en aras de los dioses de antaño, como el de los 14,000 esclavos huastecos que fueron inmolados para la inauguración del gran teocalli erigido en honor del dios Huitzilopochtli en la ciudad de Tenochtitlan, con anterioridad a la llegada de los conquistadores.
Ya iniciado el virreinato, durante el gobierno de don Antonio de Mendoza, el número de africanos traídos como esclavos era tan numeroso en 1537, que durante los tres siglos de la dominación española ya formaban el 10 por ciento de la población.
Los negros, calculando su gran número y esperando contar con el auxilio de los indios, prepararon una sublevación. Pero tal vez por temor, uno de los conjurados los denunció ante el virrey. Se enviaron espías a los pueblos, y pronto fueron detenidos los dirigentes y a un rey elegido entre los negros. (Cfr. Antonio de Herrera. “Décadas”)
El virrey, entonces, envió correos a los pueblos y minas donde había negros, y mandó matar a multitud de ellos, y algunos fueron descuartizados en la ciudad de México.
Otros fueron enviados a los pueblos y minas para que allí sufrieran igual suplicio, como escarmiento a los demás esclavos. Solamente en las minas de Amatepec, se le ordenó a Francisco Vázquez de Coronado que llevaran a 24 de ellos a que “se hicieran cuartos allí”.
Pero lo más sorprendente fue que unos indios, por instrucciones del virrey, aprehendieron y mataron a cuatro negros y una negra que habían huido de la ciudad de México, y para que no se corrompieran los cadáveres en el tránsito, los salaron como hacían con la carne de res para conservarla.
El reporte al rey decía: (Doc. Inéditos de Indias, tomo II) “Los negros que se prendieron […] se “hicieron cuartos” en esta ciudad y en las minas […] porque yo les mandé que los prendiesen o los matasen, y con esto se atajó.”
Afortunadamente, hoy vivimos en una paz idílica y ya no suceden estas barbaridades…