Años atrás, 2002, el Fondo de Cultura Económica publicó un libro coordinado por el célebre autor y periodista German Dehesa, con la participación de Carlos Elizondo Mayer – Serra, Denise Dresser y Federico Reyes Heroles. El libro, contiene una parte de los dibujos de 15 mil niñas, niños y jóvenes que participaron en el concurso de dibujo infantil titulado “Adiós a las Trampas” convocado por el entonces Instituto Federal Electoral (IFE), el Conaculta y la Secretaría de Controlaría y Desarrollo Administrativo.
Desde la presentación del libro, queda claro cómo los participantes manifiestan el deterioro de la sociedad. En especial es notable como la apreciación de ese deterioro es más nítido en los dibujos de los niños y menos en los elaborados por jóvenes. Para Dehesa los dibujos entregados por los concursantes revelan cómo “… los niños mexicanos están profundamente afectados por la deformación de los valores y aprovechan toda oportunidad para manifestarlo”.
Recuérdese la elección en el año 2000 de Vicente Fox primer presidente de oposición, y como con todo y promesas de cambio y modernización, la realidad se impuso, tal y como es siempre. En la sociedad la corrupción se duplica y diez años después de aquel concurso algo cambia en las escuelas. Se empieza a notar un creciente comportamiento desordenado de los estudiantes. Llega a manifestarse en mala conducta, y sobre todo en actos de violencia, que en esos tiempos provocaba que, ante la represión del mal comportamiento escolar, los pleitos se dirimieran “a la salida y a la vuelta de la puerta de la escuela”. Las autoridades anuncian y proveen reglamentos disciplinarios y controladores con castigos más duros para quien se atreviera a manifestarse con violencia dentro del salón, de la escuela o fuera de ella. Por ejemplo, la autoridad educativa apoyada por la municipal decide controlar las “mochilas” de los estudiantes para evitar el uso de algún artefacto dañoso. Poco después la estrategia fracasa. Eso da pie al inicio de estudios profesionales y miradas a otros países acerca del cómo hacía para atender el tema.
Al tiempo, los investigadores nacionales se ocupan del tema, apoyados en los estudios sobre la violencia escolar en otros países, y las autoridades se deciden por imponer reglamentos y planes más precisos para darle autoridad de intervenir en los diferentes hechos violentos a profesores y directores, así como a los departamentos de psicología educativa. Así, la violencia escolar añade a los actos de corrupción a casos de agresión, maltrato, y aquello que se llamó “bullying”. Se involucra a la estructura de la escuela en el control de la violencia física, psicológica, moral y, claro la corrupción.
Una mirada hacia países latinoamericanos conduce a descubrir la idea de combatir esa violencia con el cultivo de la convivencia escolar. Se piensa que las conductas violentas y los actos de corrupción en la vida escolar pueden reducirse y aun eliminarse con la incorporación a los planes de estudio de actividades y materiales que eviten la simple (e inútil) represión de los actos violentos con un proceso educativo en la cual con la intervención de maestros y alumnos, se analice y se comprendan las causas de la violencia y la importancia de enseñar los fundamentos y las prácticas de respeto, cuidado y confianza entre los diferentes actores escolares.
La lógica empieza a sufrir un cambio, no sólo de nombre, sino sustancial. La cuestión central no es reprimir los actos violentos y castigar al culpable sino comprender el poder de considerar al otro como alguien digno de respeto aun cuando se porte “mal”. Lo reconvenimos y si paso por alto una disposición establecida, se aplica la consecuencia.
Así, se retoman los estudios sobre la violencia escolar y se enriquecen con los estudios y procesos de manejo de conflictos, promoción de la paz, y participación de los estudiantes en las propuestas de solución. Además, se promueve el aprendizaje de los estudiantes de la intelección de esos fenómenos violentos, sus causas escolares y sociales, sus soluciones escolares y sociales y se elaboran planes nacionales de convivencia, que se aplican en los salones de clase y permiten dar seguimiento a la situación de las personas y de las situaciones.
Así, cada vez en el pensamiento educativo latinoamericano queda clara la relación entre convivencia escolar y convivencia social. Es decir, no se trata de “cargarle” a la escuela la educación de los estudiantes para que “convivan”, en escuela, casa y ambiente social. Se comprende el papel de la construcción entre personas de las relaciones sociales propias del respeto y la escucha del otro, la importancia del trato entre personas mediante interacciones de tal carácter, que entre los interlocutores se reconozcan cada uno frente a otro y otros iguales en dignidad y valor, con independencia de formas y apariencias.
Al mismo tiempo la investigación educativa, en el proceso de estudio y aplicación de las relaciones sociales que unen lo social con lo escolar surgen tres características de la convivencia social y escolar: Equidad, paz y democracia. Tres valores cuya universalidad permite generar interacciones y relaciones sociales tales que en la interacción en la escuela y sus prácticas concretas pidan el cuidado, el respeto, la colaboración, la confianza, la escucha y la sinceridad para iniciar y mantener condiciones de la convivencia en la interacción entre personas, comunidades y grupos.
Cada vez es más evidente la relación de “doble” causalidad entre convivencia escolar y convivencia social, más allá de las diferencias de relaciones e interacciones prácticas diferentes en un entorno y otro. Edificar una convivencia escolar duradera y eficaz como un medio para elevar la calidad de los intercambios sociales y por tanto, también elevar también la convivencia social, exige, como condición de posibilidad, un movimiento a la inversa: construir una convivencia social duradera y eficaz, capaz de influir en construir y mantener una convivencia educativa pacífica, equitativa y democrática.
La escuela está en la tierra, no en el espacio sideral. Y sus habitantes se dan cuenta de las características de la sociedad pues detectan “las trampas”. Una sociedad con, digamos, un mínimo de “trampas” ayudaría notablemente a una convivencia educativa, pues la convivencia social de esa sociedad sería pacífica y equitativa.
Poco sirve le sirve a una escuela trabajar y comprometerse en la construcción de una convivialidad escolar, si está en medio de una sociedad incapaz de crecer, desarrollarse, complejizarse y superarse en la construcción de relaciones sociales cuya índole oriente a sus miembros e instituciones hacia la convivialidad social. Por tanto, todo esfuerzo eficaz será capaz de reducir la corrupción en la vida de las personas y de las comunidades. Llevará a una sociedad más convivial, a una escuela que vive, y por eso educa, en la convivialidad humana, efectivamente vivida en todos sus actividades y decisiones. Sí, hoy lejos de tales realidades. De ahí que la meta siga siendo “adiós a las Trampas”.