Qué mal estamos en México. Qué bien están en Estados Unidos. ¿A qué me refiero? Al escándalo de Pokemón.
Se lo explico en tres patadas: Pokemón es un hito en la historia del entretenimiento universal. Nace en Japón, en los videojuegos, pero rápidamente se cuela a todas las aristas de la cultura pop: animación, cine, series, mangas.
El impacto global de Pokemón es indiscutible. ¿Y de qué trata? De capturar criaturas, de capturar monstruos. De capturar.
El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (Department of Homeland Security) publicó en sus redes oficiales un video en donde podemos apreciar cómo captura migrantes.
Pero ese video tiene una peculiaridad: está amenizado con el muy pegajoso tema musical de Pokemón.
Por si esto no fuera suficiente, esas imágenes, que son muy fuertes, están intercaladas con escenas de esa famosa animación japonesa.
El resultado es monstruoso, macabro, enfermo, perverso, delicadísimo.
¿Por qué? Porque pretende hacer divertido algo que no lo es y porque es una burla tanto para los migrantes como para los agentes de la mismísima Homeland Security.
Me queda claro que el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos debe diseñar estrategias de comunicación para persuadir a quienes quieran entrar ilegalmente a ese país.
Pero este material no va por ahí. Es una campaña de odio perfectamente bien diseñada para sembrar en la cabeza de las nuevas generaciones que los migrantes no son seres humanos, que son criaturas, que son monstruos que deben ser capturados como los de Pokemón.
Por tanto, cazar migrantes ya no es algo serio, ya no es algo que amerite ni siquiera una reflexión. Cazar migrantes ahora es un divertimento, como un videojuego pero de la vida real.
Estamos hablando de temas muy delicados como la deshumanización del otro, la apropiación cultural, la violación de los más básicos derechos autorales y el abuso de poder.
Usted es una persona madura, pensante. Tal vez ni siquiera juega videojuegos. Tal vez ni siquiera aprecia esta parte del inmenso legado cultural de Japón.
Pero quiero que piense, por un instante, en el impacto que esta mezcla de imágenes y sonidos puede tener en la formación de los niños más pequeños, en la gente que muchas veces no cuenta con herramientas como para entender lo que está mirando.
No es lo que parece. No es un video de advertencia. Es lavado de cerebro. Es sembrar algo terrible en los jóvenes. Es algo cuyos resultados veremos en 20 o 25 años.
Y ahí sí, agárrese porque lo que tenemos hoy no es nada en comparación con lo que viene si seguimos permitiendo estas irregularidades.
Es aquí donde entramos a la parte del abuso de poder. Yo no sé cómo lo viva usted pero yo vivo en la censura.
Soy crítico de televisión pero de un tiempo a la fecha ya no puedo criticar porque, como el crítico profesional que soy, no me puedo apoyar ni en imágenes ni en sonidos de ningún contenido.
Los algoritmos de todas, de absolutamente todas las redes sociales, me lo toman como violaciones a los derechos autorales de mil y un personas, de mil y un compañías, y no sólo me mandan mensajes reclamándome.
¡No! Me bajan, me cierran la cuenta, me castigan dejándome sin poder entrar por no sé cuánto tiempo. Me sacan de la jugada.
Ah, pero si yo me dedicara al chisme, a hablar mal de la gente y a un montón de tarugadas más, ahí sí no me dirían nada.
El caso está en que el recurso de la crestomatía hace mucho que dejó de servir y que me tengo que quedar callado mientras otros se hacen ricos sin justificar lo que dicen.
¿Por qué los algoritmos no le reclaman nada al Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos por colgarse de los sonidos y de las imágenes de Pokemón para tener más vistas?
¿Por qué no lo censuran? ¿Por qué no le bajan la cuenta? ¿Por qué no lo castigan?
No, pero espérese, se pone peor: quiero ver la cara de los dueños de Pokemón. Quiero ver la cara de las autoridades de Japón.
¿Sabe usted el tamaño de problema que es esto? Si se quejan, van a tener broncas por quejarse. Si se quedan callados, por quedarse callados.
¿Ahora entiende por qué le hablo de apropiación cultural? Y éste es sólo uno de los muchísimos ejemplos de atrocidades similares que estamos padeciendo por parte de la Homeland Security en las redes sociales. Sólo uno.
¿Entonces por qué comencé esta columna afirmando que están muy bien en Estados Unidos y que estamos muy mal en México si aquí somos muy decentes?
Porque las cabezas del gobierno de Estados Unidos están haciendo exactamente lo que se tiene que hacer cuando se trata de campañas de adoctrinamiento.
Están acudiendo al espectáculo, a la cultura pop, al poder suave.
En consecuencia, aquello es un éxito, abre el debate, funciona, escandaliza.
Nosotros en México, que tenemos un espectáculo mil veces más rico, una cultura pop millones de veces más arraigada y un poder suave con un potencial inmenso, despreciamos todo eso.
Asumimos que como lo inventaron particulares, es despreciable. Creemos que como se trata de cultura pop y no de alta cultura, no vale.
Mientras sigamos cometiendo este error, nadie terminará de conectar por completo ni con la Cuarta Transformación ni con nada de nada.
Todo será un tema de nichos, de un país dividido, de un país que, aunque presume de incluyente, excluye, discrimina. ¿O usted qué opina?