Política

Política a golpes

  • Columna de Katya Morales Prado
  • Política a golpes
  • Katya Morales Prado

En el Senado de la República no deberían escucharse los puñetazos, sino las palabras, sin embargo, en los últimos días lo que ha dominado la escena no han sido argumentos, sino manotazos; no ha prevalecido el debate, sino el desorden. Las imágenes de legisladores empujándose, gritando, incluso recurriendo a la violencia física, retratan no sólo el empobrecimiento del oficio político, sino el deterioro de nuestra vida democrática.

El Congreso es, en teoría, la casa del diálogo y la negociación; para eso existe el parlamento, para hablar, (parlamento viene de Parlare, hablar) para contrastar proyectos, para persuadir y ser persuadido. Cuando los senadores convierten el recinto en un ring de box, lo que se afecta no es únicamente la investidura de los cargos que ostentan, sino la confianza ciudadana en que la ley y la política sirven para algo más que para simular.

¿Cómo puede pedir a la ciudadanía respeto al Estado de derecho, si sus representantes reducen la diferencia política a golpes al cuerpo y no a debate de ideas?

Lo ocurrido no es un exabrupto aislado, es reflejo de un clima político cada vez más polarizado, en el que el argumento ya no importa porque la mayoría se impone a fuerza de votos o, en su defecto, de violencia. La pobreza retórica se cubre con gritos. La incapacidad de construir consensos se disfraza con empujones. La falta de legitimidad se compensa con el espectáculo de la confrontación. En otras palabras, la política mexicana parece haber renunciado a la política misma.

Un Senado que no sabe deliberar es un Senado que no sabe legislar y un Senado que se insulta a sí mismo con estas conductas le falta al respeto al pacto constitucional que le da sentido. Porque no se trata de formas menores: el recinto legislativo es símbolo y espacio del poder democrático. Si se degrada ahí la palabra, si ahí se normaliza la violencia, ¿qué queda para el resto del país?

La política mexicana necesita menos músculo y más razón. Menos espectáculo y más respeto. Menos ruido y más palabras. Porque cuando se olvida que la fuerza de la democracia está en la deliberación, entonces lo que queda ya no es política: es barbarie.

“La Violencia es el fracaso del derecho”, leído en una placa dentro de un salón de la UNAM, verdaderamente triste resulta la violencia en donde naturalmente debería imperar el derecho. Hablando de democracia agonizante ya no es: ¿A dónde vamos a parar?, si no: ¿A dónde llegamos ya?


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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