Los terribles acontecimientos que se han registrado en el Valle de Toluca en los últimos días, con la actuación de los grupos delictivos degollando, destazando e incinerando personas, deja en claro la incapacidad de los gobernantes para afrontar la principal preocupación de la sociedad: la inseguridad.
El Estado de México despierta del sueño utópico de crecimiento y certidumbre que nos vendieron las candidatas al Ejecutivo estatal, y a un mes y medio de la culminación de las elecciones mexiquenses se enfrenta la realidad del México bronco, sangriento y que mantiene a la población con menor capacidad de asombro ante la crueldad por la que la delincuencia actúa.
El maquillaje de las estadísticas, las declaraciones lejanas a la verdad y el despilfarro de recursos que los gobiernos realizan supuestamente para aminorar el flagelo de la delincuencia, no han sido suficientes para ganar la batalla en contra de una minoría de criminales, quienes cada día tienen más las de ganar: dinero, popularidad, armamento, estrategias políticas, estrategias bélicas y la capacidad para adentrarse en el frágil andamiaje de la juventud, que crece y normaliza la apología de la criminalidad.
Los números no mienten, la batalla se va perdiendo mientras gobernantes van y vienen; la cifra de asesinatos crece cada sexenio sea del color que sea, azul, tricolor o guinda, y para el Estado de México la perspectiva no se ve para nada favorable. El sur es inaccesible ante el narco, en la Zona Metropolitana del Valle de México luchan cárteles por el control y distribución de drogas a la par que en el Valle de Toluca; en el norte las bandas de huachicol azotan comunidades, mientras que en todo el territorio mexiquense impera la presencia de delitos como secuestro, extorsión y robo, entre muchos otros más.
En pocas palabras, vivimos en un triste estado de ingobernabilidad al no existir un liderazgo que enfrente y corrija la grave problemática de la inseguridad. Los partidos continúan estancados en su oferta política, los gobiernos estatal y federal optan por el sesgo institucional y los municipios y diputaciones parecen ser premios a personajes que no tienen la capacidad de gobernar; todos, enfilados al grande negocio que resulta la administración del erario.
La estrategia de Seguridad no funcionó en el país, pero mucho menos en el Estado de México. La dependencia a cargo de Rodrigo Martínez-Celis no tuvo forma ni propósito desde su llegada. Si bien es una responsabilidad compartida, lo cierto es que los índices mexiquenses no dieron los resultados esperados.
Poca fortuna para la sociedad mexicana y más para el Estado de México, con la retórica Presidencial de divisionismo sin soluciones, es decir, sin gobernabilidad, a lo que probablemente dará continuidad la próxima administración mexiquense. Esperemos que no.