Amalia González Caballero de Castillo Ledón (1898-1986) tiene entre otros muchísimos privilegios haber sido la primera mujer embajadora mexicana, la primera mujer miembro del gabinete presidencial de Ruiz Cortines, y luego ser primera en muchas luchas femeninas y fundaciones de instituciones en defensa de los derechos de las mujeres hasta alcanzar su objetivo de votar y ser votada con el decreto de ese mismo presidente en 1953.
Su empuje la lleva a escribir obras de teatro entre éstas Cuando las hojas caen, de 1929, donde trata nada menos que el tema del divorcio. Escribió varias obras más que se desconocen en la actualidad en el sentido que no se nombran dentro del canon dramático ni se ponen en escena. Otra de sus obras, esta de 1943 es Bajo el mismo techo, devastadora crítica del imperio masculino en la familia que lleva al derrumbe de su protagonista femenina, humillada hasta la violencia más ominosa, la que señala a la mujer como inútil, inconsciente y estúpida.
Amalia nació en Tamaulipas y es precisamente allí donde mejor se la recuerda. Seguramente fue su pasión por el teatro y sus textos dramáticos, los que la llevaron a estimular de todas las maneras posibles la actividad teatral en todos los niveles sociales. Habiendo egresado de la carrera de Letras de la UNAM de inmediato se dedicó a las actividades que tuvieran que ver con el arte teatral, y por ello mismo al tiempo que promovía la educación entre las capas populares exigía un apoyo principal a la Acción Social por medio de la creación de la Asociación Nacional de Protección a la Infancia y la instalación de enormes carpas y escenarios al aire libre. Y todavía más puesto que abrió centros culturales dentro de las cárceles y talleres de arte y oficios, al tiempo que organizaba asimismo la Unión de Actores Teatrales Mexicanos.
Su compañero de vida, el intelectual nayarita Luis Castillo Ledón, con quien tuvo tres hijos, no hizo más que apuntalar una visión humanística como pocas de esta mujer que al mismo tiempo que cumplía estas funciones anotadas más arriba se volvía diplomática, ensayista, conferencista propagando no solo la fundación de sociedades culturales y políticas que nunca le bastaron, sino que feminista antes de la hora, nunca le fue suficiente la creación de ateneos, clubes, seminarios, por y para la mujer. En febrero de 1945, dentro de la Organización de las Naciones Unidas, representó a México y fue una de las firmantes de la Carta de Chapultepec. Su acopio de actos en favor de su país, de la cultura y de los servicios diplomáticos tiene la dimensión de la tarea que el mismo Reyes realizó por esos tiempos.
Me gusta pensar que tuvo tiempo para tener amistades de gran afinidad intelectual como el gran escritor Agustín Yáñez, con quien participó en aventuras comunes de propagación de las ciencias y las letras, y no puedo dejar de recordar la investigación sobre Nayarit de Beatriz Gutiérrez Müller, donde pueden advertirse las huellas que dejaron Amalia y su compañero. Ahora al recorrer la vida de Amalia veo su impronta y la de su esposo en toda la actividad cultural nayarita.
Muchas otras cuestiones me llevan a estar tan familiarizada con sus actos. Habiendo trabajado sobre la escritora nuevoleonesa Julia Nava, me doy cuenta que también formó parte del Comité Femenino Interamericano pro Democracia, vale decir, este grupo de mujeres que decide ocuparse de divulgar la política exterior de México. Sus actividades diplomáticas son numerosas siempre representando no solo a México, sino a sus mujeres y todas las cuestiones sobre derechos humanos que nunca dejó de atender.
Luego le siguieron muchas actividades políticas del partido al que adhirió, lo cual no me gusta tanto porque pareciera que entonces se adscribe a una tendencia y actúa en favor de una parte de la sociedad y no de toda. No obstante, quiero creer que su humanismo prevaleció y al incorporar a la Comisión Interamericana de Mujeres a la OEA, la representó en nombre de todas las mujeres que por aquellos días peleaban por su autonomía.
Finalmente, un buen día hubo de entrar en la Rotonda de los Tamaulipecos Ilustres y bien que se lo merecía. Entonces mi colega y querido amigo Medardo Treviño escribió y dirigió la obra de teatro Réquiem por Amalia, la cual fue interpretada por Angélica Aragón en una fecha que a Amalia no le hubiera caído mal: el 15 de noviembre de 2019, cuando se protestó por el golpe de Estado a Bolivia.
Murió a los 88 años luego de haber colaborado estrechamente con Portes Gil y perder la ilusión de transformar el país en un bien común para todos. Con Lázaro Cárdenas volvió a soñar. En realidad nunca dejó de hacerlo, a pesar de los embates de la realidad.