Hay tanta desinformación en redes sociales que solo un iluso hace caso de lo que se diga, pero también declaraciones de políticos que llevan la contra a lo que se dice desde la Presidencia. Cuando oyes que en estos años no se ha hecho nada, es obvio: mienten, exageran o tergiversan los hechos de un Tren Maya, un Interoceánico o la construcción de trenes hacia el sur y norte del país. O que no hay medicinas cuando el abastecimiento camina y la edificación de hospitales continúa. Que la seguridad está peor que en tiempos, desde el Negro Durazo de López Portillo al García Luna de Felipe Calderón. Ajá.
La gente cree lo que quiere según su voto y elección política sin importar el sentido de realidad. A Manuel Buendía se le creía porque su ética no era como la de Carlos Denegri, el personaje de la novela de Enrique Serna El vendedor de silencio, que sigue existiendo en la actualidad. Pero es difícil creer que la información de muchos columnistas, orillados a ser anti4T pueda ser objetiva, lo que igual pasa para políticos convertidos en articulistas de diarios o televisión que en los hechos son propagandistas, de uno u otro bando.
Hay que ser veraz a la hora de informar. Va de influencer a infuencer. Criterio y lectura atenta, la única solución. Pregono con un ejemplo garrafal a la hora de votar: en 2018 lo hice por Ricardo Anaya porque AMLO no se declaró por la agenda LGBT+. Hoy Anaya me parece un esperpento y AMLO continúa su trayecto al camino de la historia de un país que está transformando su rostro. Rectifiqué y voté en 2024 por Claudia Sheinbaum: hasta hoy no estoy arrepentido a pesar del vociferío que hace ruido pero carece de sustentabilidad en sus palabras.
El periodismo es infame: cuando pierdes credibilidad la gente te da la espalda. A nadie mantienes aplaudiéndote por lo que digas o escribas. Hoy menos, de cara a las redes sociales, esas perversas voces que tiran a matar tengan o no razón. Por eso es mejor hablar con “tu verdad” ante lo que escuchas en la radio o televisión. Así de ojete anda el mundo de la comunicación. Mejor ser una voz disidente con ánimo de guerra ante un coro que destroza a un país que quiere ser una faz nueva frente al México del pasado.