Releí Las muertas de Jorge Ibargüengoitia, repetí la cinta Las poquianchis de Felipe Cazals y vi la serie de Luis Estrada, Las muertas. Disfruté la novela y la película, nuevamente. La serie me causó contradicciones: es tan literal de la obra del autor que solo deslumbra la ambientación, las actuaciones, el vestuario, la música y la fotografía. El guion es casi calca de la novela, salvo el uso de diálogos: no son ibargüengoitianos. Pretender literatura con desnudos en la serie, falla.
Hay múltiples opiniones en redes que contradicen lo que críticos y especialistas aplauden a la serie. Puede ser cierto que la gente no entienda una visión estética pero sí conoce la historia, y la mayoría coincide que la realidad rebasa la ficción, que fue peor que lo escrito y filmado, a excepción del halo trágico que le imprime Cazals, más acertado en el tono documental que impuso a sus poquianchis: insiste en la explotación a la prostitución, el secuestro a niñas, la violación a vírgenes —tema que queda edulcorado en la serie—, que no se cansa de enunciar la corrupción de autoridades en delitos flagrantes, muy Estrada.
¿Por qué tal disparidad en la crítica especializada de lo que se piensa sobre la serie, la primera de Luis Estrada? Un cineasta prestigioso, sin duda. Con grandes comentarios a La ley de Herodes, La dictadura perfecta o incluso ¡Que viva México! Un éxito de público. Pero en la serie algo falló. El ritmo de una novela no es igual al cine ni a una serie. El formato de Ibargüengoitia, contar los hechos, no alcanza y no hay posibilidad de un crescendo. A veces es bueno traicionar a la literatura para escribir un guion de cine, creo, que no termina por arrancar hasta casi el final, cuando entra en escena la revista ¡Alarma! a la hora del juicio a las mujeres que hicieron famoso San Francisco del Rincón en los años 50 y 60, de tremenda actualidad por la prostitución y trata de personas.
Confieso además que Las muertas de Ibargüengoitia no es su mejor novela. Y aunque Cazals no se basó más que en lo documentado por la prensa, Las poquianchis es de una fuerza como de una tempestad que sacude por su crudeza. No me maten por decir lo que pienso. Si hay crítica a la política, al arte también.