Se quiso ver como criminales a los caminantes por el desierto que buscan Wirikuta para sanar el alma y el cuerpo. Se quiso destruir el lugar sagrado del cerro del venado azul, en el falso nombre del progreso de la minería, incluso se quiso dosificar el significado del recorrido tras el venado hermoso y robusto que tuvo misericordia por los cuatro jóvenes guerreros que lo trataron de cazar...
Nada ha podido con la búsqueda del eje del mundo, el punto de conexión del mundo espiritual y terrestre, la ruta Wixarika sigue ahí en espera de los que la buscan, de quienes van para entablar el diálogo ritual, el encuentro sagrado en algún lugar del cerro de las narices, del desierto potosino, de la planta sagrada que eleva el espíritu.
Ahora surge otro recurso, a los limpios de espíritu les guía la necesidad de preservar la ruta con más de 500 kilómetros que lleva del Nayar a Real del Catorce y de ahí al sitió sagrado, oculto a los depredadores.
A los comerciantes sin alma les mueve una posibilidad más de hacer dinero con un turismo falsamente cultural y ecológico que, como sucede en este siglo y que puede gentrificar el recorrido ancestral.
En 1895 el fotógrafo europeo Karl Lumholtz, en su travesía por tierras sagradas de México, escuchó de Wirikuta, de Hikuri, el siglo pasado Fernando Benítez, como en una película, viajó en avioneta, en jeep, a pie... para acompañar a los chamanes en busca de "La tierra mágica del peyote", después escribió la travesía como parte de su obra sobre los indios de México.
Esta semana se reúnen en París, los representantes de los países afiliados a la UNESCO-ONU, tienen en sus asambleas tres propuestas para ver si las declaran Patrimonio de la Humanidad: la ruta de las cuevas; en Brasil; la ruta colonial transístmica de Panamá y la Ruta de Wixárika.
En el centro de este tema está el peyote, la planta con mescalina y propiedades alucinógenas que es ilegal en México, no para el pueblo Wixárika, planta que alimenta el alma y el cuerpo de quienes la consumen.
En los años setenta me tocó ver en Oaxaca, a grupos de jóvenes ataviados como indígenas y hippies que subían a las sierras del estado en búsqueda de María Sabina, la chamana sabia que curaba con plantas alucinógenas.
Pasó de moda.
Ante este panorama de su posible designación como Patrimonio de la Humanidad
¿La ruta de wixarika puede estar en las puertas del turismo masivo e irresponsable?