Sociedad

Seríamos grandes mascotas: Porno for Pyros en LA

A Jim, por ser mi cómplice de conciertos

Seríamos grandes mascotas: Porno for Pyros en LA
Porno for Pyros en LA

Cuando las luces del imponente The Belasco Theater se apagaron, en el corazón del downtown de Los Ángeles, volví a experimentar esa rabiosa excitación que me hirvió la irrigación sanguínea cuando vi por primera vez el video de “Cursed female”. En él se contaban las aventuras de un mozalbete de cabello militarmente peinado dispuesto a una cacería de vergas en gasolineras abandonadas y lavados de autos que en las noches son perfectos para encuentros casuales. Ese video confirmó mis sospechas que llevaban atormentándome toda la secundaria.

Farrell fue el primero en salir. Flacucho, con esa sonrisa desafiante que mantiene su honestidad indiferente al peso de los años. Con bufanda de lino cubriéndole el pecho para evitar acaso un resfriado, chaleco y saco de telas gruesas. Le siguieron Peter DiStefano en la guitarra con un pulido traje gris oscuro; Stephen Perkins a la batería en tank top y falda confeccionada según los estatutos de la subcultura leather. Y la leyenda del hardcore californiano, Mike Watt, quien tuvo que tocar el bajo sentado por la los problemas que desde hace varios años le desgarran el cartílago de las rodillas. Algo que empiezo a padecer y se hace evidente con las colinas más empinadas de San Francisco. La canadiense Robin Hatch hizo el paro con los teclados y finalmente, la espectacular Etty Lau Farrell en los sensuales coros. Con una provocativa minifalda de animal print afelpado rompiendo cualquier regla de etiqueta femenina. Era el universo de cabaret orgiástico de la pornografía para piromaniacos entrados en años. Para ese momento los shots de tequila empezaron a fermentar en mi cerebro. Le metí el dedo a Jim por debajo de los jeans. Un bato de chaqueta de cuero nos clavó el mismo tipo de mirada que vigilan hombres en los laberintos oscuros de los sex club para homosexuales.

Porque Porno for Pyros es ante todo una banda sexual. No es un hecho aleatorio que “Orgasm” fuera la primera canción que abriera el concierto la noche del domingo 18 de febrero. La historia de una chica que nunca ha experimentado un orgasmo es una voyerista introducción al morbo musical de los Porno.

Sus canciones se nutren de dos ingredientes principales: riffs como si fueran dilatados con poppers y fluidos corporales. Similar al batidillo explícito y espiritual de PsychicTv, pero sin intenciones de convertir su gran discografía de tan solo dos discos en un culto. La segunda banda de Perry Farrell después de Jane’s Addiction es pagana y callejera como el sexo gay en baños públicos.

El concierto era parte del tour Horns, Thorns and Halos, una celebración por los 30 años de Porno for Pyros.

Le siguieron “Meija” y la emblemática “Sadness”, cuyo video era un performance completo del artista angelino Ron Athey, quien abordaba entre otras problemáticas, la pesadilla de la homosexualidad amenazada por el sida en sus shockeantes presentaciones habitadas por un sadomasoquismo de colores alegres que se fusionaba con la sangre de sus heridas hechas en vivo. El mismo acto de “Sadness” sería llevado a las plataformas del entonces Ex Teresa arte alternativo bajo de la dirección de Lorena Wolffer. Hoy se habla mucho de los desdoblamientos de la sexualidad, pero Porno for Pyros ya hablaba de homoerotismo en tiempos donde el VIH era considerado una sentencia de muerte, tanto física como social. Y los heteros se masturbaban soñando con retorcidas fantasías sexuales como plegarias religiosas.

Por supuesto también ejecutaron tracks de esa obra de arte psíquica llamada “Good God’s urge!”, “Porpoise head”, “Bali eyes” “Tahitian moon”, la misma “Good God’s urge!”. Un disco estremecedor que combinaba ansiedad espiritual con golpeteos tribales sosteniendo letras de violencia aburrida y cotidiana. Es un disco de no-rock de protesta contra la mala racha que en ese momento orillaba a Farrell a una situación de sobredosis de misantropía, esperanza y drogas duras.

“Cursed female” fue la número siete del setlist. Sentí que me venía con las primeras notas del guapísimo Peter DiStefano, al que le han sentado bien los años. Abría la boca y cerraba los ojos como si fuera a eyacular cada que rasgaba las últimas cuerdas del traste mientras Etty bailaba como invocando algún demonio afrodisiaco. Las arrugas de Farrell lo hacían ver como un abuelito libidinoso que daba grandes tragos de vino tinto entre canción y canción.

“Pets” fue el clímax esperado por muchos. Una canción que saltó de las cloacas del dial alternativo para instalarse en los primeros lugares de popularidad al lado, entre Jon Secada, Whitney Houston y Luis Miguel. Hace poco fui a un bar en San José del Cabo donde la banda hacía un cover de “Pets” como si fuera una rola pop de los Red Hot Chili Peppers, y no una canción pasada de ironía donde las mascotas tienen un sentido de sometimiento sexual.

Ese ha sido el gran truco de los Porno for Pyros: hacer pasar sus onerosos fetiches por líneas de pop excéntrico y pegadizo. Cerraron con “Bad shit” y no hubo encore. Dio las gracias a Los Ángeles casi con un nudo en la garganta. Horns, Thorns and Halos suponía también la nostálgica carta de retiro laboral, mientras se embolsaba unos cuantos dólares para la pensión. No fue un concierto nada barato. La camisetas costaban 40 dólares y los posters 50. No los culpo. Los años han echado lo suyo en sus integrantes. Los achaques saltaban a la vista del público, pero en su eterno motín contra la rigidez de la lineamientos sociales no hacían nada por maquillar la vejez. Farrell no lograba reunir el aire suficiente para sacar el verso de “Porno for pyros”, pero el público lo gritábamos por él. Es uno de mis tracks favoritos. Me encanta cuando Perry dice que después de un día de violencia estúpidamente gratuita, va a su casa, se masturba y se viene cuatro veces.

Se quedó en el escenario hasta el último aplauso y creo manché un poco los calzones, pero el baño podía esperar. Era la primera y probablemente la última vez que vería a la banda que me empujó a salir del clóset, carajo. No solo eso. Quería ser el gay de “Cursed female” y no los estereotipos de homosexuales que en 1993, el año debut de Porno for Pyros, ya empezaban a moldearnos a imagen y semejanza de los bugas para alienarnos a su sistema de hipocresías consumistas.

Amo a Jim, pero no pude contener las ganas de gritarle: “Fuck me, Peter”. Le estaba muy agradecido a esa canción por darme la valentía para salir del clóset. Ser temerario con el placer entre hombres amenazado por el sida y su estigma con olor a cloroformo echado a perder. Pocas bandas abordaron esa contradicción con el cinismo de Porno for Pyros.

Jim y yo regresamos al hotel en una zona problemática de Los Ángeles. Nos quitamos la ropa y eso. Pusimos a los Porno hasta quedarnos dormidos. Estábamos algo cansados para venirnos cuatros veces. Era la edad.


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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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