Sociedad

Brian Wilson: bienestar sónico para un verano cruel

Veía historias en Instagram y esa red social antes conocida como Twitter: hombres subidos a camionetas como si fueran los criminales más buscados. Algunos ponen lo poco de resistencia que les queda, plantando los muslos en el concreto. A veces necesitan hasta tres oficiales para arrastrarlos. Otros simplemente se dejan llevar por la fuerza de la migra con melancólica resignación. Todos ellos comparten algo: una piel morena que a ojos del estigma de aquellos que votaron por una deportación masiva los convierte en sospechosos comunes. Me doblo las mangas de mi camisa de franela y caigo en la cuenta que comparto el mismo tono de piel de los que hoy son deportados del sueño americano. Entonces me llegó la notificación: Brian Wilson, el cofundador de los Beach Boys había muerto.

Fue la trágica casualidad que me llevó a poner el “Pet sounds” en la plataforma de mi confianza que no es la sueca. Apenas sonó el esperanzador campaneo de “Wouldn’t it be nice” y la ansiedad por ser y parecer mexicano fue disminuyendo conforme ese primer sencillo progresa con su juego de coros iluminadores montados en una orquesta que abre las puertas a un día brillante de soleado. Fue como si todas esas armonías de psicodelia pop fueran digeridos por mis tímpanos como ondas de clonazepam en presentación sonora aportando oxígeno a los glóbulos rojos.

“Pet sounds” es, ante todo, un estado de bienestar.

Es una desgracia que no lo tenga en acetato. Y ahora con lo de su muerte se cotizará por las nubes. Sobre todo las reimpresiones de 180 gramos que, dicho sea de paso, no suenan tan abiertas.

De hecho, en mi colección solo tengo un álbum de los Beach Boys, el “Endless summer”. Porque lo conseguí en su edición original de 1974 a nueve dólares. Y por los recuerdos que me provoca.

Cuando el Canal 13 de la televisión abierta mexicana aún pertenecía a la estatal Imevisión, su parrilla era limitada. Los fines de semana solían ser terapia de aburrimiento. A excepción del ritual de risas y albur que era sentarse a ver “La caravana” con Ausencio Cruz y un incipiente Víctor Trujillo. Antes de los calenturientos y siniestros cuentos del payaso Brozo y la desgracia sisífica de Margarito, Canal 13 ponía “Endless summer”, una miniserie de televisión protagonizada por los Beach Boys de apenas ocho capítulos programados en eterno loop hasta que el 13 pasó a manos de Tv Azteca. “Endless summer” era un programa de variedades musicales que mostraba un día de verano en alguna playa californiana donde los Beachs Boys interpretaban sus éxitos en compañía de invitados como los Stray Cats o The Cruzados y otros. Creo fue ahí donde escuché por primera vez “Wouldn’t it be nice”. Cada episodio incluía números de stand up comedy. Por ahí aparecía una jovensísima Ellen DeGeneres aún en el clóset. Y cerraba con los Beach Boys y Brian Wilson al caer la noche alrededor de una fogata en la playa rodeados de amigos.

Por momentos, “Endless summer” parecía uno de esos videohomes creados para embaucar a ingenuos de clase media a comprar uno de esos tiempos compartidos. Ofreciendo la fantasía vacacional habitada por güeros en trajes de baño fosforescentes. No obstante entre canciones, Wilson salía a cuadro charlando con personajes como Brooke Shields o los New Kids On The Block sobre la inspiración de su trabajo. Que básicamente era su fascinación por la música afroamericana con la que había crecido, notas de R&B o los requintos de Chuck Berry que celebraban la intensidad de estar vivo.

No puedo decir que soy fan de los Beach Boys. Pero una cosa es cierta, su música logra que mi sistema nervioso se relaje incluso muscularmente. Wilson creó un universo de utopía bronceada con olas de arreglos que estimulan las dendritas, provocando sinapsis de placer en cada repetición de coros agudos y pegadizos y sonidos escondidos que propician una experiencia de psicodelia accesible. Lo que define buena parte del pop comercial. “Smile”, su disco como solista es prueba de ello: un Prozac dividido en 18 canciones. De ahí que su genialidad se aproxime a la musicalidad de la neurociencia.

Pero también construyó las armonías del sueño americano a partir del sincretismo de su dolorosa historia. Esos secretos que esconden sus canciones en apariencia feliz y que determinarían la esencia del “Sgt. Pepper’s” de los Beatles son pedacería de la parte oscura de ese “Surfin’ U.S.A.” que nadie quiere ver, pero que tarde o temprano rebota en la realidad.

Brian Wilson murió en medio de un verano cruel. De protestas, la bandera mexicana ondeando entre el vapor de gases lacrimógenos y videos de TikTok sobre indocumentados hispanos siendo deportados del sueño americano con las manos esposadas mientras sus esposas gritan y lloran en un último intento por cambiar el destino, aún sabiendo que no hay retorno.

Por fortuna están los discos de Brian Wilson y los Beach Boys. Al menos en sus composiciones, el verano seguirá eterno y luminoso. Sin importar las fronteras.

Beach Boys Disco
The Beach Boys - Endless Summer



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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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