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Porqué no me gustó la película de “El Irlandés”

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  • Verónica Mastretta

Martín Scorsese, nacido en 1942, es un gran director de cine y series de televisión. Tiene doble nacionalidad, italiana y estadounidense. También es guionista, actor y productor. Su carrera tiene una larga trayectoria de más de 50 años. Entre muchos otros premios, ganó el Oscar por la película “Los infiltrados” y también un Emmy por la extraordinaria serie dramática “Board Walk Empire”, aunque una de sus películas más recordadas es “Taxi Driver”. Los temas violentos son lo suyo. En “La edad de la inocencia”, por la que yo le hubiera dado todos los premios posibles, no hay un solo asesinato, pero nos muestra de manera maestra la violencia emocional que dos enamorados se infringen a sí mismos para no transgredir las estrictas reglas sociales del Nueva York de 1870.

El buen Martin no se ha alejado de su línea en su larga carrera: lo suyo es documentar violencia de todo tipo. Algunas de sus películas me las he ahorrado, la verdad, no siempre está el ánimo para esas cosas. Aún así, esperaba con interés la película de “El Irlandés”. Por el director, por los actores entrañables del reparto que conocemos y han envejecido ante nuestros ojos, porque uno de los productores y el director de fotografía son mexicanos y porque el talento merece ser seguido. También porque me interesaba saber cuál era la teoría de la película acerca de la desaparición y muerte del líder sindical más poderosos que ha tenido Estados Unidos, Jimmy Hoffa, de quien en sus tiempos se llegó a decir que era el segundo hombre más poderoso después del presidente de Estados Unidos, pero Hoffa sin fecha de caducidad fija.

Pues resulta que no pude con “El Irlandés”. No sé si tantos años de mirar las distintas formas en que la violencia ha ido creciendo y devorando a nuestro país me impiden tolerar una película en la que el talento del director y todos los que lo acompañan, se desperdicia y derrocha en el relato de una bola de actos criminales. Eso es lo que vemos y nada más.

A la media hora de estar viendo la construcción de una personalidad criminal y de manera indirecta, la justificación de sus actos, mejor le apagué. ¿Qué carajos hago mirando a estos criminales cobrar derechos de piso y matar por acomplejados, porque desean más dinero, por machistas, porque sí? Después, a tramos, logré terminarla. ¿Qué necesidad, verdad? Nunca debe uno minimizar una primera impresión. No debí terminarla. No es negación de que la violencia existe. Es aceptación de que me he vuelto absolutamente visceral en su contra. Creo que para mi bien, no me he acostumbrado a ella. Por más que en los medios de comunicación diariamente nos relaten el número de muertos y las atrocidades diarias de los criminales, aún no pierdo mi capacidad de asombro ante la violencia. La violencia de la época narrada en “El Irlandés”, 1940 a 1980, es un juego de niños frente a lo que hemos vivido en México en este siglo XXI, y lo peor es que sigue, por más que quisiéramos ver para otro lado o caer en la tentación de negar lo que vemos. No creo en el dicho de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí en que las estadísticas de los índices criminales de la segunda mitad del siglo XX en México fueron mucho más favorables a favor del conjunto que de los criminales y violentos.

La explicación a nuestra terrible situación es larga, compleja y tiene mil aristas. Lo que no es tan largo y complejo de mirar es cómo y de qué manera nos hemos ido acostumbrando a ese caldo de ranas hervidas que ya no pueden reaccionar para salir del peligro asesino en el que están metidas. Quizá el rechazo a la película es una buena señal de que aún puedo, y otros millones pueden, darse cuenta de que el agua ya quema.

Creo que el ser humano puede ser más grande que las guerras. El personaje de “El Irlandés” fue a la guerra y ahí se echó a perder por culpa de otros, nos explican de manera sutil. Será el sereno, pero hay millones que regresan y no emprenden una carrera criminal.

No sé cómo se puede recuperar la humanidad después de estar en una guerra, aunque sí sé que se puede. También sé que México está en guerra, que no conocemos el camino para salir de ella y menos aún cuántos daños colaterales tendremos que vivir. No lo sabemos.

Por lo pronto no pude con “El Irlandés”. La trivialización de la maldad me espanta.

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