Política

La fatalidad de ser el patio trasero (II)

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Los izquierdosos radicales reniegan de la muy mexicana querencia a los Estados Unidos: lo nuestro, la confraternidad natural del aborigen certificado, no debería de ser el engranaje con una cultura ajena a nuestra idiosincrasia sino la consagración, en el altar identitario, de las raíces que compartimos con los pueblos hermanos de nuestro subcontinente.

Las cifras, sin embargo, nos hablan de una realidad muy diferente: por lo pronto, preguntémonos en qué otro país del planeta habitan 40 millones de personas de origen mexicano. De esos expatriados, más de 13 millones ya nacieron en aquellas comarcas, unos 14 son de segunda generación y otros 12 vieron la luz del día por vez primera aquí, en estas tierras.

Es cierto que los estadounidenses de cepa anglosajona no se identifican demasiado con esos conciudadanos suyos sino que responden más bien al llamado británico y, en las prioridades dictadas presuntamente por la geopolítica, el Reino Unido ocupa una posición mucho más prominente, así sea que el tema del vecino México, con el perdón de los estrategas de la Casa Blanca, debiera tener un espacio mucho mayor en la agenda.

Y, pues sí, nosotros reclamamos la herencia latina —aderezada del imperativo indigenismo—y ellos, a su vez, erigen la impenetrable barrera WASP, acrónimo, en la lengua imperial, del elitista término White Anglo-Saxon Protestant.

El desencuentro es evidente pero, a la hora de hacer cuentas comienzan a dibujarse, en el apartado de balances y comprobaciones, cifras que ponen las cosas en su lugar: México es el socio comercial más importante de Texas, California, Arizona, New Mexico y Kansas. O sea, que es su principal comprador y, de hecho, el principal destino de las exportaciones de todos los Estados Unidos.

Nuestros vecinos del norte, por su parte, adquieren el 80 por cien de lo que nuestro país comercializa fuera de sus fronteras. Estamos hablando, entonces, de una relación crucial entre dos naciones, más allá de la belicosidad de Trump y de la vocación suicida de un país, el nuestro, que gusta de dispararse a los pies cada vez que se encuentra frente a las puertas de la modernidad.

La retórica patriotera sería lo de menos y el discurso estatista-colectivista, de quedarse en meras palabras, no tendría mayores consecuencias. Desafortunadamente, las políticas públicas se han contaminado, aquí, de muy perniciosa ideología.


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
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  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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