Política

Acabar con los verdaderos enemigos de México

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La utopía de los “abrazos no balazos” desestima olímpicamente un componente básico: hay sujetos, individuos de la subespecie criminal, que se encuentran en un punto de no retorno, es decir, más allá de cualquier intento de recuperación, rescate, rehabilitación o salvación.

Lo vemos todos los días en un país avasallado por sanguinarios canallas, rebosante de fosas clandestinas, cadáveres destazados y personas que desaparecen para no volver jamás, así sea que no sean contabilizadas como mexicanos muertos en las amañadas cifras que expele el oficialismo.

Pero, no sólo eso: la descomposición social —un subproducto del estrepitoso fracaso educativo de este país— ha alcanzado tan escalofriantes cotas que unos prestamistas de barriada son perfectamente capaces de asesinar al pequeño que le arrebataron a la madre deudora, por no hablar de gente más profesional como esos extorsionadores que torturaron a una profesora hasta la muerte, aderezado este horror de un veredicto —“padeció de un infarto, les guste o no les guste”—, consagrado ya como la muy personalísima aportación de la señora gobernadora de Veracruz a la historia universal de la infamia.

Ni unos ni otros, los asesinos ocasionales y los que se dedican a quitar la vida de manera más experta, son ya merecedores de abrazos ni arrumacos. Su lugar natural, con perdón, es la cárcel y no por haber cosechado el correspondiente castigo, que también, sino meramente para ser puestos fuera de circulación y que no sigan poniendo en peligro a los desamparados e indefensos ciudadanos de México lindo y querido.

Fue en verdad muy extraño el referido evangelio de los abrazos porque desconoció flagrantemente la realidad del mal y, no dirigiéndose las baterías del púlpito presidencial a los miserables certificados sino a los opositores políticos y a los críticos del pretendido movimiento de salvación nacional, eximió de culpas y condenas a quienes son los verdaderos enemigos del pueblo mexicano, a saber, los delincuentes.

Por fortuna, el credo redentor ha sido descartado y el Estado mexicano parece haber retomado ahora sus responsabilidades de siempre, las que le tocan en su consustancial condición de ejecutor legítimo de la violencia —sí, señoras y señores, eso mismo— para hacerle frente a los bárbaros que han ensangrentado a nuestra patria. Esta guerra la tiene que ganar el bando de los buenos.


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
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  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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