La primera alocución dominical del papa León XIV en el Vaticano resume lo que la humanidad clamamos a gritos: ¡Nunca más la guerra!
Aunque evidentemente se refería a los conflictos bélicos en Ucrania, en Gaza y en India y Pakistán, es una proclama permanente de los seres humanos que anhelamos una paz permanente en nuestras vidas, en nuestras comunidades y entre las naciones.
León XIV, de nombre secular Robert Francis Prevost, sucesor y discípulo de Francisco, de quien se espera continúe la transformación de la iglesia católica, ha sido muy claro en el camino que seguirá como obispo de Roma en la búsqueda de la paz y la justicia.
“Solo le pido a Dios, Que la guerra no me sea indiferente, Es un monstruo grande y pisa fuerte, Toda la pobre inocencia de la gente”, dice una de las estrofas de la canción popular de León Gieco, cantada desde los 70’s.
Vivir en paz, en armonía, con respeto y en medio de la justicia, son los anhelos más fuertes que tenemos los seres humanos para convivir entre unos y otros.
Más allá de las relaciones humanas, la paz es una búsqueda permanente con nosotros mismos, en nuestra constante introspección y búsqueda intrapersonal.
En el mundo de las adicciones en el que tengo, gracias a Dios, más de 27 años de convivir, hay una frase de rendición personal que indica el deseo de cambio verdadero: “la guerra terminó”.
“War is over”, como escribía John Lennon, terminó la guerra conmigo mismo, con todos y contra todos, con la vida e incluso con Dios, como suele vivir un adicto que está en la desesperación y confusión que le causa el consumo.
Y como seres humanos, ¿cuántas guerras más debemos dar por terminadas? La guerra contra el hambre y la pobreza, la guerra contra las desigualdades, ¿cuántas más?
¡Que las palabras de León XIV sean proféticas!