Que si yo no lo sostengo todo, con estas manos llenas de ampollas, estas manos sin fuerzas, estas manos agotadas de tanto sostener, todo se cae, carajo.
Que si dejo de tratar de vender cosas como loca, si no se vende esto entonces esto otro, y no olvides seguir sonriendo y siendo simpática (a nadie le agrada comprar la desesperación).
Que si me relajo una noche y dejo los trastes sucios antes de dormir, nos ahogamos en moscas el siguiente día, que si hice la lista de compras a las carreras faltan cosas indispensables y hay que pedir el delivery para que los gatos no se mueran de hambre.
Que si se me olvidó tener la ropa y ya se apestó y es más inversión de tiempo, mas gasto de agua, mas jabón, más, más, más, más.
Que si no sostengo lo evidente los niños nunca se vacunan, se les pudren los dientes, las heridas que el mediano se rasca furiosamente nunca se cierran.
Que si no sostengo lo que nadie entiende, la lechuga se pudre en el refri, desayunamos huevo revuelto diario y no con jamón un día, con zanahoria el otro…
Que si las mujeres dejamos de sostener el mundo colapsa, las crías mueren de hambre o de mugre porque nadie se acuerda de alimentarlas o de bañarlas, nadie recuerda lo que les gusta y a qué hora hay que darles; a los bebés se les pelan las nalgas porque nadie recuerda que han de cambiarse cada dos horas o de inmediato cuando hacen popó, los niños mayores regresan a la escuela sin mochila, sin tareas y sin lonche porque nadie recuerda que eso es algo que alguien más hace.
Que no es ósmosis, vaya. Que no se hornea sólo ese pan de manzana que llegó a la escuela en agradecimiento, que no se pagan solas las cuentas, que no se ahorra en desperdicio de comida porque el refri es generoso.
Que hay alguien, ejércitos y legiones enteras de mujeres haciendo listas de pendientes, listas de cosas por arreglar en la casa, pidiendo presupuestos de ortodoncia, de clases de robótica, para ver de dónde, para ver cómo pueden ir juntando; haciendo menús para gastar y desperdiciar menos, moliendo verduras y congelándolas, cocinando de noche para el día siguiente, lavando el único uniforme que pudieron permitirse todos los días, optimizando rutas para ahorrar gasolina, sabiendo exactamente cuánto les dura el tanque del carro lleno, emprendiendo por catálogo, organizando tandas de dinero, de producto, de despensa, programando playdates, buscando una psicóloga que puedan pagarse, demandando al irresponsable, exigiendo justicia para ellas y para sus hijos, pidiendo prórrogas en la casa que habitan, pidiendo fiado en la tienda de la esquina para llegar a fin de quincena, subiéndose al tren de la muerte, pidiendo limosna con la vergüenza que ya no pesa más que el hambre, no mientras hay bocas pequeñas que seguir alimentando; lavando y limpiando ajeno, sosteniendo el vientre, las tetas, los niños contra el pecho, todo en las manos, ésas manos agujereadas de sostener tanto todos los días a todas horas, sin parar a descansar en ningún momento.
Mientras Nadie observa y adivinen, no hace nada.
