Gobernanza es un término para expresar un concepto un tanto complejo y con significados cambiantes en el tiempo. Se originó por la reflexión de varios estudiosos de la eficacia de los gobiernos, en especial el tema de la comunicación entre autoridades y las personas del pueblo para tomar decisiones sobre obras, formas burocráticas, reglamentos y otros. En la medida del avance educacional de la población y del número de habitantes, sobre todo en las ciudades, la comunicación autoridad – población se complejizó.
El gobierno se fue convirtiendo en autoritario, lo cual llevó a los estudiosos a una reflexión. Nació de varias preguntas planteadas para resolver el autoritarismo de los gobiernos, pues en ocasiones tomaban decisiones contrarias a la técnica, a la ciencia, o a la voluntad popular. Por ejemplo, construir un edificio en un lugar técnicamente peligroso o sin condiciones o hacer una obra cuyo beneficio no le llegaría a las mayorías. Además, en muchos de esos casos estaba un negocio de las altas autoridades o un favor para pagar alguna cuenta pendiente.
La solución a un gobernante autoritario era el ejercicio democrático de votar por su desafuero, y también por medios de la presión popular mediante manifestaciones populares de rechazo y amenazas de oponerse activamente mediante medios pacíficos a sus decisiones. Sin embargo, un gobernante hábil podía sortear la oposición y mantener sus decisiones benéficas para él y sus allegados, por lo cual ganaba un poco más de poder. El resultado de estas situaciones era un “mal” público para población y economía. No se diga para la política, pues se hacía menos creíble, dando lugar a más intensos actos de rechazo ciudadano.
Luis F. Aguilar, pensador de la política, en un texto breve discurre sobre la gobernanza y la analiza así: “Hoy la cuestión acerca de la capacidad y eficacia del gobierno es la cuestión cognoscitiva y política central y, en consecuencia, la cuestión ( de la relación pueblo – autoridad) se desplaza del gobernante al proceso de gobernar, a la gobernanza: From government to governance.” (Aguilar, “La nueva gobernanza pública. 2024)
La gobernanza, el proceso de gobernar, implica poner en el centro de la política y la economía la capacidad y eficacia de la acción directiva de los gobernantes. Desde luego, la gobernanza supone un gobierno legítimo. No obstante, no basta para atender todas las situaciones que se producen en la vida diaria de una comunidad vibrante y deseosa de mejorar. En el pasado, y hoy todavía, la política se aprecia por su legitimidad y por tanto de su capacidad de decidir y arreglar las situaciones difíciles creadas por la inventiva y los deseos de la sociedad democrática.
Un gobierno legítimo pero limitado y sin capacidad directiva acerca de las nuevas problemáticas no gobierna con sólo actuar desde el gobierno. Los actos de los gobiernos legítimos no siempre son suficientes para gobernar. De ahí la importancia de sumar a la legitimidad la capacidad de reinventar el proceso de gobernar, esto es incorporar la gobernanza. Es incorporar al pueblo, a los ciudadanos a las decisiones a partir de propiciar la participación social y la organización de la ciudadanía.
El concepto de gobernanza tiene dos supuestos o premisas, la acción del gobierno es necesaria pero insuficiente para la dirección de la sociedad y, por consiguiente, lo importante y decisivo es crear un nuevo proceso de gobernar más que dotar al gobierno con todas las capacidades requeridas para dirigir a la sociedad, entendida frecuentemente como el control gubernamental (hoy imposible) de la dinámica económica, social, intelectual, artística, cultural. Gobernanza pone el acento en la insuficiencia más que en la ineficiencia, la incompetencia o la impotencia de los gobiernos. Se trata de un proceso de gobernar con atributos nuevos, gracias a los cuales supera su insuficiencia y está en condiciones de gobernar a la sociedad en su configuración y dinámica actual.
Vale recurrir al diccionario de la Real Academia Española (22ª edición) en el cual se define a la gobernanza como: “el modo o arte de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. Ese nuevo equilibrio en el cual la participación ciudadana (y popular añaden algunos) se incorpora al proceso de las decisiones que afectan a la población, así sea una decisión relativamente poco importante.
Gobernanza entonces trata de responder desde el poder a la democratización del régimen político exigida por la rápida configuración de una especie de “poder popular” al menos para respaldar o denostar las decisiones del gobierno, a quien, le exigen participar en el proceso de discutir y tomar las decisiones de acción gubernamental.
En estos tiempos a los gobiernos (en México y en el resto del mundo) les importa incorporarse al modo gobernanza y promueven la organización ciudadana a fin de que se consolide un modo eficaz de participación popular “antes” de tomar las decisiones. Hoy la práctica ha sido tomar la decisión y luego presentarla a la “sociedad” y escuchar los puntos de vista y hacer caso a cambios mínimos para asegurar las formas de la gobernanza. No es una buena práctica, bien visto es una forma al menos ingenua de parecer decisiones participadas por la sociedad y por tanto fruto de la gobernanza.
Para nada. La gobernanza pide ante todo definir un proceso de toma de decisiones en la cual la participación ciudadana se ha hecho presente desde el inicio hasta el final. Es más dilatado sí. Es más tortuoso, sí. Y también es democrático, goza de la aprobación popular y será defendido ante la oposición ilustrada a veces muy interesada y poco democrática.
Gobernanza es gobierno mediante la acción conjunta y equilibrada entre los poderes del estado, los poderes económicos, los hombres de la producción, incluso de los llamados mercados y sobre todo decisiones pensadas, resueltas y validadas mediante los vínculos morales, justos y afectivos con la sociedad civil.
¿Es así hoy en Jalisco?