Política

Economía, lo inevitable

Economía es una palabra de edad centenaria. En diversos momentos de la historia se ha usado con significados ligeramente distintos y también para aludir a ciertos aspectos de la vida cotidiana. El significado más antiguo alude a la administración de los bienes del hogar, y por extensión a la administración de los bienes comunes, al cuidado de los gobiernos o administradores de lo público, los gobernantes.

A estos significados antiguos se han añadido, poco a poco en el curso de los tiempos, elementos contemporáneos y hoy se acepta como ciencia social cuyo ámbito de interés son los modos con los cuales una sociedad (país, empresa, familia) se organiza a sí misma para satisfacer sus necesidades materiales e inmateriales. En la esfera de la vida común también se acepta la economía como el conjuntos de bienes que poseen familias, empresas, gobiernos para lograr la consecución de sus fines. Alguien, quizá con humor negro, definió la economía como la tarea de administrar los bienes comunes, siempre escasos, para satisfacer las necesidades comunes, siempre insatisfechas.

Más allá de definiciones mejores o peores, la economía es una tarea inevitable y permanente, pues en alguna forma dicta las normas para vivir en una sociedad, pues en el curso del progreso humano, las sociedades se han organizado en todos los modos posibles, para conseguir y aprovechar los bienes comestibles, los bienes para cubrirnos y los bienes para protegernos de los vaivenes de la naturaleza. Estas necesidades son los elementos básicos con los cuales se funda la cultura y se domina o aprovecha al menos, a la naturaleza y sus recursos.

Las necesidades son los motores de la economía. Los bienes cada vez más son productos, cuidados y cada día más sofisticados y menos comunes. Los medios culturales, de los cuales se vale la economía para cumplir la misión de resolver las necesidades, sobre todo las básicas para la vida humana, y luego las superfluas, para adornar la vida.

Así, la economía no puede hacerse a un lado o esperar funcione por si sola. Somos las personas organizados en países, con gobiernos encargados del bien común, quienes, por causa de nuestros intereses particulares somos lo que de pronto nos apropiamos para nuestro uso particular y para resolver nuestras necesidades particulares. Todo en el marco de las reglas legales y las oportunidades que ofrecen los negocios, esa cultura que niega el ocio y prefiere la ganancia.

Hoy la situación de las naciones se encuentra necesitada de la ayuda de la economía para atender y (eventualmente) resolver las necesidades, las básicas y las de crecimiento, de las poblaciones. Por más “vueltas” a las posibles soluciones no – económicas, no hay modo de empezar por ahí. El país del norte, frontera con México, está decidido a modificar lo necesario para atender mejor las necesidades de la población, desde una postura solipsista y egoísta: “Ayudar a otros es quitarle a nuestro país.

Ese centralismo egoísta está provocando un cisma económico en muchos países, cuyas necesidades básicas dependían de vender a USA sus productos industriales y sus cosechas, y así tener ingresos aplicables a las demandas de sus pueblos. Ahora, USA quiere recibir un pago – llamado aranceles- por comprarle a los otros países. En pocas palabras “si quieres mi compra, págame por la molestia.” Así, se pervierte la idea básica de la economía: resolver la necesidad comunes con los bienes comunes. Ahora es: resuelvo mis necesidades con los bienes de los otros, al tiempo que les cobro el honor de usar esos bienes.

Es una postura contraria a la creencia de que en este mundo nadie tiene resueltas todas sus necesidades. Es más, todos luchan para adquirir la sabiduría y los bienes del saber y del hacer, y con su uso sabio, avanzar en la solución de los problemas. La economía es inevitable. Cuidar la casa común y reconocer que todos – todos – los bienes están destinados a superar los males de todos, y no sólo de quien imagino el remedio concreto.

Producir, tener, utilizar y gozar un bien supone una contribución a los males comunes, y si no es así, se adelanta el sufrimiento de otros, precisamente por no participar, en la parte que le toca, de los beneficios de dicho bien. De otro modo, unos se enriquecen mientras otros empobrecen. La creencia del individualismo sea capitalista o socialista, de izquierda o de derecha, los bienes comunes son para las soluciones comunes, con base en nuestros principios culturales. La economía es inevitable, aunque escondamos la cabeza en la tierra como avestruces.


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Miguel Bazdresch Parada
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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