
Cruzada por la aguda presencia de diferentes mujeres a lo largo de sus casi trescientas páginas, A la sombra de un árbol muerto, la tercera novela de Mónica Rojas (Puebla, 1983), es una espléndida oportunidad para asomarse a eso que en el concierto planetario llamamos México.
País de ideas, país de novelas, recordemos aquí el ensayo sociológico que sobre la literatura mexicana nos obsequiara hace ya varios años la profesora Sara Sefchovich, que se contiene a un tiempo en las historias de Magdalena, Petra y Leonarda, estirpe en progreso, protagonistas-corazón de la nueva inventiva de Rojas.
Viene de lejos la historia (las historias) contada por la autora (antes publicó Lobo y La niña polaca).
De un Santander español donde padecimientos y penurias empujarán a una joven pareja a atravesar el océano en busca de mejores oportunidades de vida.
“Anhelos sencillos”, si se quiere, pero por lo mismo “realizables”.
“No quiero morirme aquí como las plantas que se secan porque no les cae el agua de lluvia. Sea por Dios, nos iremos a México”.
Tejiendo con belleza la narración, la autora llevará a sus lectores de un sitio a otro, estaciones signadas por un destino no escrito, y que al desdoblarnos la vida de cada una de las mujeres nos revelará que “las cosas son como desde antes de que uno nazca”.
Ahora en Los Altos de Jalisco, ahora con Petra como personera central, la novela continuará con el sino de sus mujeres, ya en el enclave de un México en el centro de su gran revolución transformadora. “No sabía cómo explicarlo, pero algo dentro de ella, en sus vísceras o en sus venas, siempre había ansiado la revuelta”.
“Sin embargo, cuando se unió a la bola, pronto se dio cuenta de que la revolución que peleaban las mujeres no era una, sino dos: una contra los hombres de su mismo bando y otra contra los enemigos”.
Vendrán los años de Leonarda, “tenía veinticuatro años y se sentía feliz en su espacio interior porque era suyo y de nadie más”, quien al adentrarse en las nuevas realidades que experimentaban el mundo y el país, sea tal vez la más libre y consciente de las tres mujeres.
Historia de mujeres, sí.
Pero también del país en el que enfrentaron sus desafíos y miedos, en el que merecieron sus sueños y deseos.
País que la novelista no ignora y que, como sin proponérselo deliberadamente, entrega al lector tanto de manera general como en sus múltiples detalles.
Terminaremos la lectura de A la sombra de un árbol muerto sabiendo de pasiones y frustraciones, brujas y apariciones.
Pero también de fechas y acontecimientos, las miradas de las mujeres siempre puestas.
El 30 de enero de 1913 el pueblo amaneció cubierto de cenizas. La erupción del volcán de Colima provocó un violento estruendo.
El 3 de julio de 1955 en el periódico El Nacional se leía: “El pueblo mexicano elige hoy a sus representantes. Hay 5 042 939 hombres empadronados; así como 3 828 081 mujeres.
La espiral de la historia (y de las mujeres que la construyen desde sus particulares condiciones de vida) por fin completada.
Una historia, personal y colectiva, de alumbramientos y de abortos.
En esta nueva novela de Mónica Rojas.
La tierra volverá a la tierra. La nada volverá a la nada.
“Tarde que temprano los muertos cobran sus deudas, se disipan y dejan algo de sí mismos en los ojos de los vivos, en el alma de los vivos, en la memoria de los vivos, que es donde hallan su última morada en el mundo; luego se van y dejan de andar penando”.
Mónica Rojas es embajadora de la organización Save the Children. Realizó estudios en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Zúrich. Ha publicado los libros infantiles El niño que tocó las estrellas, La mariquita azul y Eglantyne Jebb: una vida dedicada a la niñez. Como activista de los derechos de la niñez antologó el libro de cuentos Voces fragmentadas, en el que, junto con otros quince escritores, narra desgarradoras historias de las dificultades de ser niño en México. Sus cuentos han obtenido diversos premios y se han publicado en México, España y Suiza.