Encadenado a esta ausencia. Diez cartas inéditas de José Gorostiza. Edición y notas de Carlos Ulises Mata. Ediciones Monte Carmelo. México, 2023.
Un rescate epistolar, la voz del poeta: la oportunidad de volver a Gorostiza, ese autor tabasqueño que con su destreza nos enseñó a ver más allá de un vaso con agua.
De los archivos literarios correspondientes a las letras latinoamericanas que se localizan en la Universidad de Princeton, en donde se encuentran documentos y manuscritos de autores como Julio Cortázar, José Donoso, Carlos Fuentes, José Bianco, Juan García Ponce, Elena Garro, Juan Gelman, Vicente Leñero, José Emilio Pacheco, Ricardo Piglia, Sergio Pitol, Augusto Monterroso y Jorge Ibargüengoitia, entre otros, se recopilan diez cartas de José Gorostiza. Ocho están dirigidas a Bernardo Ortiz de Montellano y dos más a José Martínez Sotomayor; en ellas se da cuenta de pasajes poco conocidos de Gorostiza en una estancia en Londres (entre septiembre de 1927 y abril de 1928); y de los días previos, en Roma, a que se pusiera en circulación Muerte sin fin (1939).
La edición de las cartas se realizó por iniciativa del ensayista e investigador académico Carlos Ulises Mata, de la Universidad de Guanajuato. Se trata de una labor encomiable, sumamente cuidada, que ofrece al lector un contexto histórico y literario sobre lo que se cuenta en estas misivas. En mi anterior columna, publicada en este mismo espacio bajo el título “Territorio Elena Garro”, mencioné a los cazadores de escritores, personas que sin ser especialistas husmean en documentos y archivos personales de autores para luego darlos a conocer como verdaderos hallazgos o, mejor dicho, regiones inexploradas. Hay investigadores literarios que, en ocasiones, siguen los pasos de Sherlock Holmes para exponer una historia detrás de un libro, lo que no se encuentra a la vista y que requiere de paciencia, constancia y conocimiento de la obra para poder proporcionar datos certeros —y no meras suposiciones.
La crítica literaria es una herramienta que posee algunas maneras de comprobación, unas de ellas son las entrevistas con los autores, las cartas y testimonios de sus compañeros escritores, y editores. Por otro lado, lo que no se puede apoyar en frases del propio autor queda sustentado en la credibilidad del crítico literario que, con conocimiento de causa y efecto, comparte con el lector los alcances o limitaciones de un libro. Como señalaba Antonio Alatorre, un buen crítico literario es una rareza.
El investigador literario debe ser aliado de la perseverancia y no escatimar en indagaciones, pues acaso todas las piezas del rompecabezas son valiosas para conocer más sobre la vida y obra del escritor. Este libro se publica gracias a dos personas, básicamente. A David Huerta, quien costeó la edición de este volumen, cuando se percató del valor de volver a saber de Gorostiza, autor que tanto admiraba; y, a Martha Gorostiza, albacea literaria, hija del poeta, que autorizó que se dieran a conocer estas cartas y, además, suministró contenido invaluable con el propósito de facilitar una mejor comprensión de ellas.
Carlos Ulises Mata se pregunta en la introducción del libro si las cartas de un escritor forman parte de su obra y si deben darse a conocer. Él se refiere a los epitextos privados, expuestos por Gérard Genette en Seuils (1987). ¿Qué son los epitextos? “Testimonios involuntarios y de facto”, comenta Mata tomando en cuenta a Genette y añade: “sus lecturas, su credo estético, sus intenciones creativas, sus opiniones literarias y personales, e incluso sobre la circunstancia histórica, con lo cual tales testimonios ‘parciales’ paradójicamente también se convierten en documentos ‘objetivos’, no sólo inmunes a su manipulación, sino como hechos por otra persona”. ¿Acaso pueden contribuir a conocer la poética de un autor?

En el caso de un escritor como Malcolm Lowr, sí. A Lowry le gustaba escribir cartas, incluso guardaba borradores de algunas de ellas. A veces redactaba una y luego pensaba en cuál de sus libros vendría bien adicionarla. Sus misivas resultan fascinantes. Si bien la mayoría se encuentran recopiladas en la correspondencia que va de 1926 a 1957, traducidas por Carmen Virgil en El viaje que nunca termina (2000), hay un par de cartas memorables incluidas en El volcán, el mezcal, los comisarios, dentro de una colección que hizo circular la Universidad Veracruzana en 2008, en donde se hace énfasis en la faceta de Sergio Pitol como traductor. La primera de esas epístolas está dirigida a Jonathan Cape, editor inglés de Bajo el volcán (1947), el narrador elabora una defensa de su novela y analiza cada uno de los doce capítulos que la integran. La carta parece más bien un lúcido ensayo sobre la poética de Lowry, está impregnada de pasión y defiende con argumentos las críticas que le hace un lector de su novela en vías de una posible publicación. En dicha misiva, Lowry refiere la importancia del número siete en su historia, por eso él habla de correspondencias mágicas o coincidencias misteriosas y fatales.
En una de estas cartas recuperadas, José Gorostiza le expresa a Bernardo Ortiz de Montellano su entusiasmo al enterarse que le gusta “Muerte sin fin”, entonces inédito: “Me satisface mucho que el poema que haya agradado, porque tú eres uno de los pocos espíritus poéticos, delicados y comprensivos, para quienes, interiormente, lo escribí. Es posible que tenga muchas lagunas y deje mucho que desear en ciertos aspectos, sobre todo a mí, que seré siempre el primer descontento de mí mismo; pero necesito confesar —¡con qué tristeza!— que he puesto en él todo lo que en un momento dado tenía y que no creo, por lo tanto, poder ir más allá.”
Detalla Mata que en 1993 la familia Gorostiza puso a disposición de Guillermo Sheridan y un equipo de investigadores de la UNAM, las cartas que se conservaban del poeta. Sheridan las dio a conocer con el nombre de Epistolario (1918-1940), en ese volumen hay una misiva a Jaime Torres Bodet que reitera una mirada autocrítica de Gorostiza y, al mismo tiempo, reconoce que ya dio todo lo que puede dar. “Sé perfectamente que hay en el poema pasajes débiles, oscuros, defectuosos, etc., que serían susceptibles de mayor elaboración; pero ya trabajé mucho en él, tanto que llegó a fatigarme y a ponerme por lo mismo en condiciones de no poder realizar ningún progreso. Es decir, ya le di todo lo que pude darle. No creo tener nada más en mí”.
David Huerta, además de un notable poeta, era un estupendo crítico literario y su especialidad era la poesía. Solía decir que la metáfora estructural que más había llamado su atención era la que utilizó Gorostiza para escribir Muerte sin fin. Huerta, en una de sus columnas publicadas en El Universal, rememora que Salvador Elizondo reconocía la luminosidad en trabajo de Gorostiza y que en una ocasión Elizondo le preguntó cómo escribió su gran poema: “Pues verá usted, poniendo piedra sobre piedra”, así con esa sencillez contestó. Huerta escribió que por eso alguna vez lo nombró alarife genial, para poder recurrir a esa palabra de raíz árabe que tiene su sinónimo en el término común albañil.
“Las metáforas críticas son parte constitutiva de la crítica literaria. No puede ser de otra manera. El pensamiento metafórico y el lenguaje que le corresponde forman parte del lenguaje en general, y a sus derivas no puede sustraerse ni siquiera el crítico literario más frío”, sentencia David Huerta.
Mary Carmen Sánchez Ambriz
@AmbrizEmece