Cultura

Ser entendido por Tolstoi y por tu tía

Diego Garrido. Libro de los días de Stanislaus Joyce. Anagrama, Barcelona, 2024.
Diego Garrido. Libro de los días de Stanislaus Joyce. Anagrama, Barcelona, 2024.


El año 1904 fue central en la vida del escritor irlandés James Joyce (1882-1941). Mucho de lo que comenzará entonces, a los 22 años, tendrá impacto futuro en su vida. Por ejemplo: redacta y le rechazan un ensayo, “Retrato del artista”, que se transformará en su primer proyecto novelístico, Retrato del arista adolescente (1916); para un diario local le encargan una serie de relatos cortos, sencillos y amables con los lectores (cosa que no pudo lograr del todo, por lo que se suspende su publicación), lo que devendrá en su primer libro de cuentos, Dublineses (1914); en junio conoce a una camarera de Galway, Nora Barnacle, con la que tendría su primera cita formal el día 16, que será el Bloomsday, el día de los Bloom y de Stephen Dedalus en su novela Ulises (1922)… Con Nora, además, huirá Joyce de Irlanda, en el arranque de su exilio.

Todo esto ocurre en 1904, y por ahí andaba el hermano menor de Joyce, Stanislaus (1884-1955), en el que se enfoca el autor español Diego Garrido (Madrid, 1997) en Libro de los días de Stanislaus Joyce (2024), su primera novela. No es utilizado Stanislaus como un mirador desde el que se pueda observar la vida del otro, sino que el propósito fue tomar a un personaje definitivamente menor (pues no tuvo, para empezar, la notable producción literaria de su hermano) y atraparlo en esos meses de 1904, en que James empezó a recibir estímulos significativos, para imaginar lo que pudo haber pasado entonces en la mente de Stanislaus, en paralelo, y no necesariamente en un espejeo constante, sino en su individualidad, sus propios miedos y anhelos.

Ya otros libros han intentado atrapar el entorno de James Joyce. El mismo Stanislaus tiene varios títulos biográficos: Recollections of James Joyce (1950), My Brother’s Keeper (1957) y Dublin Diary (1962), el primero aparecido en vida y los otros de forma póstuma. Hay una traducción argentina más o menos reciente del segundo de esos libros, Mi hermano James Joyce (Adriana Hidalgo, 2000), en la que leemos, por ejemplo, esto que dice T. S. Eliot: “Stanislaus mismo […] nos interesa tanto como James; los hermanos son muy parecidos y sin embargo muy diferentes. James Joyce es un devoto de su padre y reverencia su memoria; la actitud de Stanislaus es muy distinta, y lo comprobamos cuando nos refiere la escena terrible en el lecho de muerte de la madre” (p. 5).

Apunta Richard Ellmann: “Ser hemano de un autor famoso confiere grandes obligaciones y muy pequeñas distinciones. El profesor Stanislaus Joyce, que murió en Trieste el 16 de junio de 1955, a los setenta años, sobrellevó su singular carga con nobleza y disconformidad. Fue de los primeros en reconocer el genio de James Joyce, pero su carácter le resultaba 'muy difícil' y su obra final un despilfarro. A pesar de estas reservas, vivió una vida en gran parte moldeada por la de su hermano, combatió con ferocidad el derecho de los demás a criticar a James y en el momento de su muerte había escrito una parte sustancial de las memorias de su vida en común” (p. 7).

Curioso que Stanislaus haya muerto un 16 de junio… Más allá de estas informaciones bibliográficas, hablemos del intento de Diego Garrido por retratar al hermano menor de Joyce, luego de haberse iniciado como traductor de la correspondencia y algunos textos tempranos del autor irlandés. Ubica a Stanislaus, justamente, a comienzos de 1904, el 2 de enero; y cierra el libro el 22 de mayo… No llegarán a junio esos apuntes, y no aparecerá, por tanto, Nora.

Se retrata a una familia en estado crítico, con el enorme sobresalto de la muerte de la madre, ocurrida el 13 de agosto de 1903, y con dos personajes (el padre y James) sobrellevando el duelo con dosis altas de cerveza y whisky… El 2 de febrero James cumple 22 años; llega en esos días el rechazo de la revista Dana a su “Retrato del artista” y la decisión de transformar esas páginas en una novela… En algún momento le habla James a Stanislaus de su deseo de ser entendido por Tolstoi y por su tía, con la que lleva una buena relación.

En ese mundo paralelo creado por Diego Garrido, Stanislaus tiene una existencia independiente a la de su hermano, y se gana, por sí mismo, el grado de protagonista. No hay grandes sucesos. Intenta sobrevivir y busca el sustento, durante algún tiempo como empleado en una botica. Lee, o estudia, a Coleridge y Leopardi. Algo escribe, sólo o en colaboración con un amigo. Y el mérito acaso está en eso: en no usar a Stanislaus para reflejar a Joyce, sino en darle a Stanislaus un espacio para desarrollarse. Y hay eso: vida en el personaje. Lo que es un buen logro en todo ejercicio novelístico. El doctor Frankenstein gritaría en la pantalla que el hermano menor de James Joyce, Stanislaus, “vive” en esta novela. Y no es desagradable para el lector acompañarlo en esa breve, aunque acaso insólita, travesía, en la que un narrador español le inventa la vida (parte de ella) al hermano menor de un escritor famoso.


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Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • [email protected]
  • Ensayista, crítica literaria y docente. Fue editora de la sección Cultura en la revista Cambio.
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