La tragedia ocurrida ayer en Irapuato, que llenó de luto a las familias de seis personas fallecidas en el accidente de la máquina 4601 de Ferromex que se llevó a su paso varios automóviles, y a quienes extiendo profundas condolencias, obliga a reflexionar de manera urgente si existe una mejor manera de mejorar la convivencia urbano-ferroviaria en nuestra ciudad.
El cruce de las rutas del tren por las zonas urbanas es uno de los principales retos a que se enfrentan urbanistas, especialistas en vías terrestres e ingenieros ferroviarios. Es preciso armonizar necesidades de corte social evidentemente, pero también arquitectónico y urbanístico, de sustentabilidad ambiental, y de factibilidad económica. Y aunque la obra pública puede ayudar a mitigar la ocurrencia de los siniestros, no los evita del todo.
Como ex servidor público de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes me interpela lo ocurrido ayer, pues hace 15 años un escenario de la magnitud del accidente era inimaginable.
Con una inversión superior a 116 millones de pesos, en el 2010 se inauguró el Puente Bicentenario para dar mayor seguridad y confort a los usuarios del bulevar Mariano J. García. El viaducto de más de 660 metros tenía como objetivo evitar accidentes mortales debido al tránsito promedio diario anual que en aquellos años se estimaba en el orden de los 20 mil vehículos.
Pero una locomotora sin control y a gran velocidad, por supuesto es una situación tan atípica, que dificilmente pasos vehiculares o automatización de barreras pueden prever. Por eso me siento obligado a alertar sobre un aspecto que muchas veces se deja de lado: la normativa de tránsito en los cruces a nivel con el ferrocarril, obliga a los automovilistas a hacer alto total a no menos de 5 metros de las vías y tras cerciorarse de que el paso está libre en ambos lados, continuar la marcha. Con una acción tan accesible como esta quizá la tragedia no se evite, pero sí, al menos, puede mitigarse.
Asegurémonos de hacerlo así la próxima vez.