Por primera vez Washington pide permiso para ingresar parte de su fuerza militar o paramilitar a nuestro país; desde mediados del siglo XIX hasta la ocupación de Veracruz en 1914 no lo requirió, pero ahora resulta muy comedido por causa del desarrollo de las instituciones políticas.
La iniciativa pretende el ingreso de agentes militares a México para el control de los llamados carteles de la droga. La proposición es del recién llegado a la presidencia de los Estados Unidos, ante la afectación que afirma provoca en su población el consumo de drogas procedentes de México.
Se refiere a la consistencia del cultivo, proceso de precursores en laboratorios o por otras formas como el trasiego o exportación por vía del contrabando.
El presidente Trump se ha alarmado de tal manera, que propone intervengan en definidas regiones de México sus especialistas en el combate frontal, para eliminar las bases y eliminación de los carteles.
La respuesta inmediata de México ha sido negativa, porque esas acciones que se proponen son privativas de las fuerzas armadas de este país. Sin embargo, sí se consciente en que ingrese un pequeño grupo de especialistas para el adiestramiento de cuerpos locales de élite, y su combate sea más eficaz con apoyo de su tecnología.
Esta circunstancia se deriva en parte, en la aparente falta de contundencia en ese combate que ha permitido el incremento del problema y un oportuno recordatorio desde el exterior para que, como dicen los chicos, “el gobierno se ponga las pilas”.
Pero en realidad el problema está “en el otro lado”, porque existe un gigantesco mercado de consumidores que alimenta la codicia de los delincuentes por el dinero fácil pese a los riesgos; ¿Quiénes serán allá los distribuidores?
Esta situación da lugar a opiniones encontradas entre los ciudadanos mexicanos: los que darían la bienvenida a un ejército del exterior conocido por su eficacia, o dar curso al programa formativo que gastará más tiempo en su posible eficacia .
Un militar de éxito en el siglo XIX afirmó que la salvación de un país es más importante que el respeto a la ley; en este sentido tuvo razón, pero ¿realmente puede salvarse un país pisoteando la legalidad?
Pepe Mújica, a quien le dedicamos un artículo hace poco, habiendo sido un guerrillero y luego llegar al poder presidencial, comprendió que “ la verdadera transformación del Uruguay sólo podía darse a través del respeto a la legalidad y a las instituciones democráticas” .
Los mexicanos exigen seguridad… pero no a cualquier precio.