Las razones o argumentos que se esgrimen para hablar de cultura, donde sea y con quien sea, es, en automático, el legado heredado, la riqueza natural o forjada a través de nuestra historia, lo material e inmaterial que conocemos, hemos visto, compartimos y que muchas veces lo ignoramos.
Ese cúmulo de hechos consumados, expresados de las más diversas formas a lo largo del tiempo, se supone nos dan una identidad vinculada fuertemente a un estilo de vida personal, familiar, social, alcanza a ser regional y, por supuesto, nacional. Buena parte de esos lazos que no se ven pero que existen, nos aplican incluso como latinos.
Muy bien.
En Torreón, el quehacer cultural, las actividades y eventos que instituciones públicas y privadas programan casi durante los siete días de la semana, ahí están.
Lo que nos ofrecen cumple, quizá, con un compromiso que obedece, sin duda, a sus directrices.
A veces, pienso que se cae en el eventismo, que se calendariza un sinfín de actividades y que, sin querer (queriendo) se ha establecido una competencia entre las y los promotores culturales que, lo subrayo, nos imponen al resto de la población, desde infantil, jóvenes, adultos y personas mayores…
A partir de enero llevo un registro de lo que anuncian los organismos que promueven y difunden la cultura en la ciudad.
Espero ser exacto, o casi, y desmenuzarlo a finales de 2025. Con seguridad habrá sorpresas, como lo que vi en el primer semestre enero – junio.
Y no es que lo anterior no ocurra en otros lados, con más o menos instituciones o dependencias culturales. Es similar.
Como lo es, lo son, las diferencias, lo ríspido, el celo, la envidia, los egos preexistentes entre quienes dirigen esas instancias.
Toca, debiera tocar al periodismo cultural, abordar este fenómeno, este padecimiento que por supuesto trastoca el sentido de la difusión cultural, de su filosofía, de su esencia en un contexto social amplio, plural, incluyente.
Testigo activo del ámbito cultural lagunero, o de Torreón, desde hace más de 40 años, sigue padeciendo de los caprichos o de las limitaciones de quienes llevan la batuta, se da un paso adelante y dos para atrás, siempre falta algo, siempre falla algo, siempre hay quejas, críticas, el vecindario se llena de egos, de falsas poses, de aparente amabilidad y hasta amistad, cuando lo que sucede adentro, si asoma uno la cabeza, es exactamente lo mismo que pasa en materia política: jaloneos, oportunismo, simulación, conveniencia, roces, rispidez, mala leche, chismes.
Cierto es que hay producción y talento literario, poético, teatral, cantantes, intérpretes, bailarines (as), músicos (as), pintores, fotógrafos, artistas visuales, escultoras (es), cuentacuentos, pantomima; también caricaturistas, editores, imprentas, periodistas, medios.
Cada quien hace lo que puede.
¿Qué falta? Apostarle a la profesionalización, la capacitación, la experiencia despojada de esas enfermedades mencionadas en el vecindario líneas arriba.
Que cada esos puestos de dirección, coordinación, jefatura o como le quieran llamar a los cargos de responsabilidad cultural, sea con gente preparada y no designada por del amiguismo o partidismo ciego.
Sólo así creceremos, y el talento, que lo hay y que no acaban de detectar en los alejados rincones del municipio, precisamente por ese problema, nos detiene.
Hay jóvenes artistas que mejor han emigrado a buscar lo que aquí no encontraron. ¿Nombres? Sobran.
Como sabrán, aún no inicia la adecuación de los espacios de lo que el gobierno municipal ya bautizó como Centro Cultural del Norte (feo nombre, por cierto), ya se mueven las y los aspirantes a dirigirlo, el cuchicheo, algunos nombres y apellidos.
El alcalde, ¿quién más?, decidirá si quiere que ese CCN de verdad sirva, sea útil, enriquezca y sitúe a Torreón en otro nivel artístico cultural, o lo entregará a personas que nada, desde ayer y hoy, saben de un trabajo cultural profesional.
Que no sea requisito andar en la grilla, ni ser cuate o cuata del alcalde, o del gobernador, o del empresario fulano, o vestir y calzar elegante, u oler bonito y sonreír igual. No.
Porque, baste recordar, por ejemplo, que el Centro de Iniciación Artística Pilar Rioja, que surgió esperanzador y bien dirigido, al rato la grilla lo mató.
Hasta del nombre lo despojaron. Esa experiencia sigue siendo dolorosa. Una infamia.