Los gatos negros han tenido siempre mala fama. En la antigüedad se les asociaba con la brujería, incluso se decía que el gato negro era una de las metamorfosis que practicaban las brujas para escabullirse.
Cuando las brujas se convirtieron en un vejestorio que ya no asustaba a nadie, el gato negro, sin necesidad de ser la metamorfosis de nada, siguió conservando su mala fama; bastaba con que se cruzara enfrente de alguien para producir un severo mosqueo, pues se decía que su cercanía producía mala suerte. Llegado el siglo XXI, y el empalagoso amor que exhibe el ciudadano cuando está frente a un animalito, la mala fama del gato negro se diluyó, la información y el sentido común atenuaron la superstición. Pero en los últimos años la tecnología, y el mezquino egocentrismo de sus usuarios, han venido a regresarle su mala fama.
En Inglaterra hay una especial devoción por los animales; la primera sociedad dedicada a protegerlos que hubo en el mundo fue fundada ahí, en 1824: Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals (RSPCA). Además de la protección también monitorean la fauna de la isla y, últimamente, con los datos recogidos en los refugios de animales, donde la gente va a adoptar una mascota, han registrado que la mala fama de estos gatos repunta: 75 por ciento de los que hay en los refugios son negros porque la gente prefiere llevarse los que son de otro color. Estudiando el caso, la Royal Society ha descubierto que el desprecio por los gatos negros no tiene que ver con las brujas ni con el mal fario, sino con las selfies que se publican en las redes sociales porque los gatos negros no salen tan bien como los claros; la pelambre tan oscura difumina sus contornos y los hace un poco amorfos, cosa que no padecen ni los blancos ni los pardos, que tienen gran demanda en los refugios.
La superstición, que antes funcionaba sólo para los que creían en ella, es ahora un asunto práctico: nadie quiere que la mascota le fastidie la selfie. Ante semejante banalidad quizá estaba mejor lo del mal fario y las brujas: aquello daba miedo y esto da vergüenza.
