En algunas regiones de México hay poblados sin agua potable donde sus habitantes dependen de que la lleven elementos del Ejército o de la que guardan de las lluvias en cisternas naturales o aljibes.
Su arraigo a las comunidades donde habitan es tal, que prefieren vivir en medio de la nada, sobre una tierra árida a la que arrancan, si acaso, plantas silvestres como la lechuguilla para obtener el ixtle.
Cuando de escuela se trata, la Secretaría de Educación envía a maestros comunitarios que no tienen formación normalista, son egresados de preparatoria a quienes ofrece a cambio de su entrega por un año, una beca para una carrera profesional.
Los contrata y entrena el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), que atiende en Nuevo León a miles de niños, pero en pequeños grupos que a veces se cuentan con los dedos de una mano en cada poblado.
Así funciona la pequeña escuelita rural de la comunidad El Yerbaniz, en Aramberri, donde desde ayer por la tarde saben que el plantel ganó uno de los premios de 20 millones de pesos del sorteo del avión presidencial.
Distantes 40 kilómetros de la Presidencia Municipal de Aramberri, los moradores de El Yerbaniz muy pocas veces acuden con sus autoridades, solo cuando tienen que hacer compras, celebrar bodas o fiestas de XV años o lo más triste: funerales.
Su pequeña escuela se volvió a hacer con materiales más resistentes durante el actual sexenio federal, pero con tan pocos niños, esta vez ni modo de pensar en hacer un gran edificio para ampliarla con el jugoso premio de 20 millones de pesos.
Demasiado dinero para una comunidad con tan pocos habitantes, dirán algunos. Es poco para hacer una carretera de 40 kilómetros hasta la cabecera municipal, pensarán otros.
Lo cierto es que las obras que se proyecten con esos recursos deberán ser acordadas por la comunidad bajo el modelo participativo y con la supervisión de la Contraloría Social integrada por los propios ciudadanos.
Decidan lo que decidan, las obras que se ejecuten con esos 20 millones de pesos serán, pese a la lejanía, de las más vigiladas en la historia de Nuevo León, a donde vino a parar un cachito del tan llevado y traído avión presidencial.
