Carlos Salinas de Gortari desperdició una oportunidad de reconocer que llegó al poder por la vía del fraude electoral, en el documental PRI, crónica del fin de Denisse Maerker. Cuando le informan que Cuauhtémoc Cárdenas afirma que él había ganado aquella contienda mítica de 1988, el Chupacabras se puso más Chupacrabas que nunca con ojos de toro loco. El ex presichente, uno de los villanos favoritos de México, pudo haber reconocido que su llegada a Los Pinos estuvo enmarcada por una elección de estado y un pleito ratero con caída del sistema incluida para darle alguito de lustre al paso de su nombre a la historia, pues como van las cosas será recordado como una ratota de dos patas.
Bueno, en ese mismo documental vemos a Fernández de Cevallos alegar que sin duda ese proceso electoral fue una ratería, pero que no le constaba que hubiera ganado el ingeniero. #NoMaMarx. Ni modo que le diera la razón al comunista y que mal hablara de Salinas que sería su socio en tantos y tantos complós contra López Obrador.
Ya no se sabe quién está más orgulloso de su sexenio, si Díaz Ordaz cuando dijo que en particular le mamaba el 2 de octubre de 1968, o Salinas de Gortari felizazo por unas elecciones que estaban más arregladas que las muy neoliberales ventas de garaje y solidarios atracos en despoblado que organizó durante su convulso, sangriento y convulso mandato.
Bueno, ese montaje electoral del Chupacabras hasta parece de Lord Montajes. Tan chafa que semeja a las fake news de Rivapayacho, Cascabel Hernández, Alazraki. Tan mal hecho como la imagen truqueada que publicó la señora del cash donde AMLO está con un narco. Y todavía se enoja cuando se hacen chistes a sus costillas.
Claro, Salinitas se animó a chapalear en su narcisismo categórico porque junto a Alitititito Moreno es Wiston Churchill. Más ahora que Brozo, el Trujillo ultraderechoso, lo llenó de elogios y panegíricos muy arrastrados. No manchen, ese ridi numerazo del de los pelos verdes dignificó a Yordi Rosado cuando le boleó los cacles a Caldedrunk y cuando Maldonado entrevistó arrodillado a mi licenciado Peña. El dictador del PRI se cansó de humillar al payaso.
En PRI, crónica del fin, hay momentos cursis como el de Lolita Ayala tratando de exaltar la figura de López Porpillo asegurando que el candidato era tan sano, que tenía seis años de no ir al dentista: el elogio mediático sin fin. El PRI y Telerisa son uno mismo. No se explican el uno sin el otro, así se consolidó la Dictadura perfecta.