En el norte de la república la celebración del Día de Muertos ha venido ganando terreno con respecto al Halloween.
Afortunadamente en las familias y en las escuelas cada vez se fomenta más esa importante tradición mexicana que está considerada, por la UNESCO, Obra Maestra del Patrimonio Cultural Oral e Intangible de la Humanidad, lo cual es o debe ser motivo de orgullo para los mexicanos.
La manera de enfrentar y de considerar a la muerte en este país, que tiene que ver con adorar y festejar a los seres queridos que ya no están con nosotros, ha sido motivo de curiosidad para extranjeros, de investigación para académicos y de atracción de cierto tipo de turismo.
Este año, lamentablemente, la pandemia generada por el Covid-19 nos ha quitado también la posibilidad de disfrutar, como parte de nuestra cultura, el culto a la muerte que en México ha llegado a convertirse en una tradición que fascina a mucha gente y es motivo de unidad y de festejo entre los mexicanos, pues nos da identidad.
Hoy las escuelas están cerradas, al igual que los panteones según se ha anunciado.
No tendremos muestras o concursos de altares, ni ofrendas y tampoco la romería a la que estamos acostumbrados en los cementerios con mucha gente, música y abundantes flores.
Pero lo más grave, desde mi punto de vista, es cómo la pandemia vino a transformar nuestra concepción y actitud ante la muerte.
Ahora nos abruma una muerte terrible, injusta, inesperada, que nos arrebata familiares cercanos muy queridos, amigos entrañables, compañeros de trabajo.
Por todas partes se está haciendo presente. No estamos de ánimo para celebrarla como otros años.
La repudiamos, la rechazamos, pero no se aleja, sigue al acecho, quiere más víctimas. El dolor también ahora es diferente para quienes no se pueden despedir de los suyos.
Pese a todo tenemos que cerrar filas como sociedad ante esta situación.
Ponerle un freno al Covid-19 para evitar más muertes, actuando con responsabilidad, cuidándonos y cuidando a quienes nos rodean. Es un reto y también una necesidad.
Para estos días 1 y 2 de noviembre recordemos en casa a nuestros difuntos, pongamos altares y ofrendas con la confianza de que puedan sus almas estar un tiempo con nosotros.
Que sea un motivo de unidad familiar y de reencuentro con quienes se nos adelantaron en el trayecto.