Perdido entre el interminable ciclo noticioso que gira alrededor de la Presidencia del país y de la tupida agenda legislativa de septiembre, está el hecho de que estados y Congreso federal tienen cada uno el dedo en el botón nuclear a manera de amenaza.
Apenas se ha cumplido un año de la instalación del nuevo Congreso; el sexenio apenas rebasa los nueve meses. Sin embargo, el pleito político entre partido en el poder y partidos de oposición ha llegado a circunstancias inesperadas. El pleito se asemeja en forma, más no fondo, a lo que ocurrió en la década de los 60 en la Guerra fría: un escenario conocido como “destrucción mutua asegurada” —el término popular en inglés fue el acrónimo MAD, por la locura colectiva de Estados Unidos y la Unión Soviética.
Este conflicto pasa por dos pistas: la primera, la amenaza de ruptura del pacto fiscal, en vigor desde hace varias décadas, por gobiernos de oposición que se declaran afectados por la redistribución de ingresos que hace la Federación año con año. Jaime Rodríguez, El Bronco, fue pionero en su fallida campaña presidencial cuando dijo que “ni un peso al sur” si él llegara a la Presidencia; la creencia en el norte de que el dinero debe quedarse donde se genera toma cada día más fuerza en los estados más ricos.
La segunda es la creciente inseguridad que azota a gran parte del país. Ahí, legisladores de oposición han amenazado con pedir la desaparición de poderes en Morelos y Veracruz; legisladores oficialistas han contrarrestado pidiendo que se desaparezcan en Guanajuato y Tamaulipas. El pleito político usa como excusa un asunto serio: nadie sabe qué hacer para reducir la sangría nacional, que se encuentra en registros nunca antes vistos. Pero todos quieren el pastel para sí.
Ninguno de los dos temas debe tomarse a la ligera. De consumarse el primero, la ruptura del pacto fiscal, veremos movimientos significativos —y no positivos— en la ya lastimada economía nacional.
De consumarse el segundo, veríamos cómo hay gente dispuesta a apretar el botón nuclear a la menor provocación. Y se confirmaría que nuestros políticos están dispuestos a ver arder el país solo por la terquedad de mostrar quién tiene el caballo por las riendas.
@esteban_is
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