Hay autores que abdican de escribir sobre temas que gustan a multitudes de audiencias. John Steinbeck (1902-1968) es un ejemplo de esto: nunca diletante, de espíritu ávido, fue irónicamente anónimo para la prensa. Quienes le reconocen admiran su capacidad para tratar lo menos atendido.
Steinbeck valoraba que las noticias tuvieran calidad prosística y fue él mismo un extraordinario periodista. Persiguió y alcanzó la esencia de aquello que buscaba. ¿Cuál texto lo revela mejor? Los vagabundos de la cosecha (Libros del Asteroide), con fotografías de Dorothea Lange, resulta más que una investigación periodística, un relato.
Durante los años 30 Estados Unidos atravesaba la Gran Depresión que expulsó de sus granjas a campesinos, que al emigrar trabajaban como temporeros. Steinbeck fue el hombre indicado para escribir sobre tales braceros nómadas: su humilde origen le otorgaba la perspectiva del que sufre y no solamente de espectador.
A pesar de contener puros reportajes, este libro acabó convirtiéndose en Las uvas de la ira. Steinbeck estaba condenado al ostracismo y, aun así, hace décadas ganó el Premio Nobel de Literatura.