Nunca oí su nombre mientras viví en Argentina. Luisa Luisi (1883-1940), nacida en Italia y exiliada primero en Argentina y luego en Uruguay, hija de un italiano y una polaca, se cruzó en mi camino a causa de Alfonso Reyes que fue su amigo en los tiempos de su embajada en Argentina.
Poeta, periodista, pedagoga, Luisa llevaba a cabo una intensa vida profesional. Ella, junto a Juana de Ibarbourou, María Eugenia Vaz y Delmira Agustini, forma parte de la corriente modernista del Río de la Plata. Por oposición sobre todo a Juana y Delmira, cuya poesía es erótica, cuasi carnívora, Luisa se distinguió por una poética racional, filosófica y descarnada. Más lejos cada vez y cada vez más sola en la selva pavorosa de mi yo…
Ella fue una de nuestras primeras críticas literarias sino la primera. Desarrolla su trabajo alrededor de escritores latinoamericanos como Enrique González Martínez y ensayos de largo aliento como el dedicado a Sor Juana Inés de la Cruz, además de una labor de difusión de sus colegas del continente a través de conferencias y publicaciones. Sin olvidar en primer lugar la literatura del Uruguay, de la cual da cuenta en un libro publicado en 1930. Precursora sin duda de aquella sabrosa generación de escritores llamada del ‘45 que reúne a críticos de la talla de Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal, poetas como Idea Vilariño, Mario Benedetti, Ida Vitale, latinoamericanistas con la dimensión de Eduardo Galeano, narradores tan originales como Juan Carlos Onetti y Armonía Somers, entre otros. Su trabajo traducido al inglés y apreciado por sus contemporáneos propone una vasta visión de las poéticas de su tiempo.
El escritor regiomontano tiene mucho que ver, primero con la fama de Luisa muy efímera, por cierto, segundo con su olvido. Reyes mantenía correspondencia con la poeta uruguaya y según entiendo, su relación con ella se da por el entusiasmo con que ésta sin conocerlo aun personalmente propone un comité Uruguay-México de modo tal que cuando nuestro escritor desembarque en Montevideo haya un grupo de apoyo a su gestión y de simpatía por México, esperándolo. Al mismo tiempo Reyes conoce a Juana de Ibarbourou que lo envuelve en sus quejas y gemidos a causa, según ella, de un destino tan doloroso como el suyo. El escritor a quien le encanta dar afecto y apoyo contribuye a convertirla en Juana de América como se la nombra a partir de 1929. Por esta época sucede el desencuentro entre Luisa y don Alfonso y éste le quita toda su simpatía brindándoselo por el contrario cada vez más a Juana de Ibarbourou.
Sin embargo, antes había tenido lugar la relación editorial entre el Sur y México durante la embajada de Alfonso Reyes en Buenos Aires. Solo dos aportes: Gilberto Owen en Los cuadernos del Plata (Argentina) y Luisa Luisi en Los Contemporáneos (México). Por otra parte, lo que me acerca más a ella y seguramente también a Reyes, es su profundo latinoamericanismo; heredera como él del cubano José Martí y el uruguayo, autor de Ariel, José Enrique Rodó. Al reconocer sus escritos y sus actos es indudable que nos encontramos con la lucidez de una intelectual de nuestro tiempo: su adhesión a los principios de la Reforma Universitaria de 1918, su índole antiimperialista y su escritura siempre en acción, atenta a las circunstancias de su tiempo, lo prueban.
Su condición pedagógica la impulsó siempre a mejorar el campo de la educación y a proponer la escuela como un lugar de compensación de la ausencia en el hogar de principios éticos y formación crítica.
Como feminista sus premisas adquieren la misma potencia: se adelantó a su tiempo planteando no solamente el derecho, sino asimismo la obligación de la mujer para ser autónoma en su economía. No habló de la equidad de género, pero sí le puso nombre y la llamó equivalencia de género, aclarando que no significaba igualdad, sino que iba mucho más lejos.
El apellido Lisi en su tierra y en aquellos tiempos es sinónimo de activismo, justicia, laicidad, a causa de sus padres y hermanas, todos en las filas de la defensa de la educación y de la mujer y sus libertades. Las ideas que Luisa y su familia esgrimieron se imbrican con los postulados humanistas más preclaros de América Latina. Bello, Mariátegui, Martí, Rodó, Iriarte, hasta Vasconcelos, laten en ellos.
Y después, como siempre pasa con las mujeres, el más injusto olvido la borró de libros, textos, recordatorios hasta hoy, en que nosotras nos damos a la tarea de traerla de vuelta.