La pérdida de la relación más importante de mi vida, Philip Roth, fue el precio que pagué por llegar a conocerme a mí misma.
Claire Bloom
Tengo a mi costado la autobiografía de una de las actrices que iluminaron mi juventud porque parte de mi carrera profesional, que también fue teatral, recala siempre en nombres como los de Lawrence Olivier, Vivien Leigth y otros grandes actores y actrices británicos. Ella, Claire, casi de mi misma generación, me deslumbró por la rápida ascensión de su estrella al ser descubierta por Charlie Chaplin, quien la llama a EEUU sin conocerla para que hiciera una prueba en el papel de la huérfana de Candilejas, la película que por aquellos tiempos estaba preparando. Es la década de los 50 y Claire apenas cuenta con 19 años. Y así fue, hizo la prueba y Chaplin quedó encantado con ella. De modo que pudimos conocer a esa chiquilla a la vera del gran Chaplin.
Sin embargo, a Claire nunca la encandilaron las luces del cine. Ni siquiera de Hollywood. Cada vez que hacía una película soñaba con volver a Londres, al Old Vic o a otros teatros de renombre donde pudiera jugar los papeles con los que sueña toda actriz. Del mismo modo en que Chaplin la había llamado por puro milagro, Lawrence Oliver la citó para hacer Romeo y Julieta en teatro. Julieta se encarnó en ella y fue feliz. Por aquella época los grandes roles los jugaban actores maduros de modo que su apasionada encarnación de Julieta causó gran sacudón a un teatro envejecido como el inglés. Y luego con el mismo Olivier obtuvo el rol de Ofelia en Hamlet, no obstante aquí sí tuvo una desilusión porque Olivier no la llamó para filmar la película, sino a Jean Simmons. Me acuerdo muy bien de la escena de la locura jugada por esta otra actriz. No sé cómo la habría hecho Claire Bloom.
Sus papeles siguieron discurriendo por el repertorio shakesperiano, hasta los momentos de mayor fama cuando jugó a Lady Macbeth y a Cleopatra. Antes circuló por Miranda, Viola, Virgilia, Helena, todos ellos en compañía del gran actor Richard Burton, que por mucho tiempo fue su amante a pesar de estar casado. Claire confiesa que por casi una década fue el hombre de su vida, quien era tan hermoso, tan inteligente y tan serio que daba miedo. Ella tenía 20, él 27, cuando se conocieron y la pasión amorosa los enredó a ambos durante años.
Terminada esta etapa de su vida se encontró con Yul Brynner en el set donde filmaron una sola película e hicieron el amor envueltos en el magnetismo de ese hombre culto, fuerte y cantor un solo fin de semana al término del rodaje de Los hermanos Karamasov. Rodeado de mujeres, en su harem particular, Claire no cabía.
El Teatro de la ira se impuso con John Osborne a la cabeza y su famosa pieza Recordando con ira, Claire fue invitada a filmar la obra reencontrándose con Richard Burton, quien hacia el protagonista masculino. Así, entre teatro y cine fueron dándose los años en donde por fin se casó con un actor muy reconocido, Rod Steiger. Con él engendró a su hija tan amada y es cierto que la pareja vivió unos años muy hogareños, pero en ese medio era muy difícil permanecer unidos. Hubo un hueco, el de Burton, a quien veía de lejos tan enamorado de la mujer con la que se casó dos veces, Elizabeth Taylor. Claire entonces se divorció de Rod y volvió a casarse y divorciarse, hasta encontrar en el camino al hombre que, éste sí, podía sustituir a aquel galán irlandés que la había hecho temblar de incertidumbre tantas veces en sus años jóvenes.
Philip Roth aparece en su vida alrededor de 1975. Viven 20 años juntos hasta su separación definitiva. Lo amó intensamente poniéndose a su servicio como nunca antes lo había hecho. Lo cuidó durante sus depresiones, las internaciones en diversas clínicas, le quitó de la vista a su hija para que no lo molestara, por quien sentía especial animadversión teniendo en cuenta el cariño de Claire por ella. Y así, entre roles cada vez más importantes como Edda Gabler y Nora de Ibsen, Liubov Andréievna, del Jardín de los cerezos de Chejov hasta ese papel que toda actriz espera en algún momento de su vida: Blanche Dubois. Había llegado al cenit de su carrera y lo que quedaba entre ella y Philip eran restos humanos difíciles de acomodar entre ambos.
Al aceptar a Blanche supo que la difícil tarea de tomarla en su piel y sus huesos le traería problemas y entraría en crisis como había pasado 20 años antes con Vivien Leigth. Pero no le importó. Se zambulle en ella, la ama, rebusca en su vida sexual para sentir las experiencias de la otra, se abstrae, sueña, enloquece.
Las experiencias más fuertes de su andar por la tierra: dos hombres Richard y Roth, las heroínas shakesperianas, la escena poblada por esas mujeres creadas por los hombres, Ibsen, Chejov, Tennessee Williams, que la habían completado. En síntesis, el teatro de la vida y de la escena en un caleidoscopio que la hace girar sin descanso.
Claire Bloom tiene en la actualidad 89 años.