La tendencia de este sexenio, siguiendo la inercia del anterior, es la privatización de los servicios que el Estado, por instrucción del Constituyente, debe proporcionar a todos los mexicanos, y a todo lo que se opone a la privatización de los servicios obligatorios le han denominado de manera peyorativa “populismo”.
Desde esta perspectiva puede verse porqué les es necesario rentar los lugares públicos que el Estado administra.
Esto ha sido motivo de conflicto entre los productores de arte y la administración pública que se niega a cumplir con sus deberes.
La negación de los espacios públicos se disfraza con una renta que condiciona su uso.
La presentación de un libro en el ex Convento del Carmen, por ejemplo, rebasa los mil pesos por concepto de limpieza y cuidado del espacio, a pesar de éste ya tiene asignada una cantidad dentro del presupuesto otorgado a la Secretaría de Cultura.
El cese de permisos para la renta de productos artesanales y libros de segunda en el pasillo del mismo lugar fue otro golpe para quienes hacen cultura.
Pero el golpe más duro que hasta hoy se ha registrado es la negación del uso de las salas del ex Hospicio Cabañas para la exposición de la Colección Notivox Arte con el argumento de que el permiso, la autorización del uso, solamente lo otorga “El Curador de la capital”.
Una estratagema del tipo del vendedor que pide una cantidad estratosférica por el objeto motivo de la posible compra, para no vender.
Si un servidor público no cumple con sus deberes debe ser sustituido por quien si los cumpla, y en este asunto el Estado está representado por una joven señora que ha cobrado popularidad entre el gremio de los que se dedican al arte y la cultura por su negación a la actividad cultural de nuestro estado.
Mientras niega los espacios a los artistas y gestores locales lo abre para los que presentan sus propuestas desde la capital de la república, como el Coloquio Internacional de Historia del Arte, que viene de la Universidad Nacional.
¿Centralismo, o ausencia de visión?, o como se escucha en los pasillos del edificio Arroniz, que en Guadalajara no hay cultura y que lo que aquí se hace no tiene la altura del arte.
Hay quien dice que la Secretaria de Cultura parece un objeto de lujo porque no hace nada positivo por la cultura local, pero independientemente de esa situación, la señora Jaspersen deberá responder por los daños y perjuicios que con esa actitud causa a la cultura jalisciense y a todo el mundo. _
La tendencia de este sexenio: La privatización de los servicios del Estado