Política

Histerizar al paciente

  • Columna de Alberto Isaac Mendoza Torres
  • Histerizar al paciente
  • Alberto Isaac Mendoza Torres

Acercarse al psicoanálisis no debería ser un proceso intelectual. Aunque muchos filósofos llegan a él con ese objetivo. Psicoanalizarse tendría que partir desde el puerto del dolor, para navegar las turbulentas aguas de la incertidumbre en medio de la clara oscuridad.

Durante mi propio proceso me he topado con un trío de analistas con diferentes (de)formaciones escolares. Todos unos personajes. Uno más que los demás. Uno, debo admitirlo, mejor que los demás. Pero no en el sentido de la sabiduría o la técnica, sino de la capacidad de convertirse en una función que posibilitó durante muchos años que yo pudiera advenir.

Contrario a lo que hacía el penúltimo con el que me tropecé. Todo un psicoanalista de pose y gerencia. Tuvo un par de deslices, por contarle pocos, que me hicieron decir es mejor huir que morir en el intento.

Recuerdo que, un 10 de mayo, fecha emblemática para los mexicanos, cómo no. Me marcó cinco minutos antes de que iniciara nuestra sesión para avisarme que estaba atorado en el tráfico y que era mejor reagendar. Era fácil aceptar esta excusa porque claro, las calles también se ponen hasta la madre, para completar el festejo. Lo único que no hizo mi analista fue apartarse lo suficiente de la mesa donde estaba festejando y no podía saber que justo en ese momento cuando debía fingir claxonazos y mentadas de madre iba a llegar el mariachi. No tuvo más remedio que acudir a la cita de lo que se suponía era su deseo: analizarme.

Constantemente llegaba tarde. En las sesiones, como yo estaba en diván y él a mis espaldas, jugaba con sus figuras de acción, texteaba y podría jurar que en una ocasión hasta roncó. Para él sus descuidos, olvidos, retardos, sueños, eran mi responsabilidad subjetiva y por lo tanto me correspondía a mí hacer algo al respecto.

Laura Vaccarezza tiene un libro que tituló El trabajo analítico, en el que explica que una de las primeras tareas de los psicoanalistas es “histerizar al paciente”. Esto implica hacer creer al paciente que uno tiene un “algo” (saber) que él desea con todas sus fuerzas, pero para obtenerlo debe hacer “algo” (obedecer) todo el tiempo.

En términos prácticos el paciente o la persona en histeria tiene una pregunta fundamental: ¿qué quiere el otro? La cual nunca se responde. Se haga lo que se haga nunca será suficiente. Por eso se dice que lo que un histérico(a) quiere es tener un amo a quien conquistar. Y esta es una carrera sin fin.

Trabajar así, histerizando al paciente, lo único que consigue es mantener atado al sufriente a los deseos del psicoanalista-psicólogo. Por eso podemos escuchar a menudo frases como: “deja que se entere mi terapeuta”, “quiero hacer esto, pero a ver qué me dice mi psicólogo”, “cuando lo sepa me va a regañar…”.

Sin embargo, no es por ahí el camino. Se buscaría en la medida de lo posible ayudar al paciente a encontrar una nueva manera de estar sujeto a la vida, diferente a la relación de esclavo-amo, que tanto sufrimiento le ha costado.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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