Sociedad

Cómo sobrevivir a la muerte de un pornstar… sin un orgasmo en el intento

El comunicado oficial publicado el 1 de marzo empieza así:

“Con todo el dolor de mi corazón tengo que compartir la siguiente noticia: nuestro amado Marcel, el adorado hombre que todos conocen bajo el seudónimo de Tim Kruger, ha muerto”.

Blogs especializados en la industria del porno gay creen que dicho comunicado escrito desde un íntimo anonimato fue redactado por Grobes Geraet, pareja de Kruger durante poco más de 20 años.

Marcel Bonn, oriundo de Dusseldorf, Alemania, fue el verdadero nombre de Tim Kruger, exitoso pornstar dentro de la categoría gay que saltó al lujoso estrellato con la fundación de su propia firma de videos porno Tim Tales, casi paralelo a su mudanza a Barcelona, escenario en donde se filman casi la totalidad de sus videos. También fue pionero en utilizar la conectividad digital de los últimos años para ofertar su exhibicionismo por cuenta propia, sin los contratos o condiciones de los grandes estudios. Tim Tales surgió con el propio Kruger grabándose a sí mismo en planos pornográficos 10 o 15 años antes que Only Fans o Just For Fans capitalizaran la autoexplotación sin censura dirigida a un público adulto con su modelo de negocio en el que las plataformas se quedan alrededor de 20 por ciento de las ganancias por suscripción.

Con el paso del tiempo, los videos del estudio Tim Tales trazaron sus propias condiciones: son de una proximidad aceitosa. Los actores de su catálogo se dividen en una selección interesante: están aquellos que parecen entrenadores de gimnasio privado, cuyos clientes son celebridades en el que cabía el propio Kruger con su perfección pelirroja, y por el otro lado, jóvenes latinos en el límite de una aparente anorexia y cierto aire de heterosexualidad pandillera, al mismo tiempo que dudosa y frágil. Las locaciones suelen tener un tufo de lujo, aunque sin el exceso nuevo rico de firmas como los de Lucas Entertainment.

En los últimos años, Tim Tales grababa sus secuencias en azoteas de Barcelona y el resultado por momentos contagia la adrenalina del sexo en público. Si bien la combinación es hipnótica a primera vista –a menudo se ubican los videos de Tim Tales bajo el género de interracial–, nunca han sido mi primera opción al momento de lanzarme al excitantemente inservible porno gay cuando tengo que llenar vacíos de ocio y aburrimiento. En general sus videos me saben distantes. A pesar de la perfección que cabe en la lente la química entre los actores de Tim Tales se siente como quienes posan en la sesión fotográfica para una revista de moda. Lo cual fue una vertiente en el estilo de Tim Tales. En varias ocasiones Kruger cambió los reflectores del porno por aquellos que iluminaban las pasarelas de las Fashion Week de Barcelona, modelando prendas de algunos diseñadores en una fascinante intersección entre la pornografía extrema y el mainstream. Como un cortometraje de Bruce LaBruce rompiendo la cuarta pared.

Con todo, la excitación al ver los videos de Tim Tales me dura poco. Excepto cuando actúa el degenerado de John Thomas, ese tipo es capaz de excitar hasta la tumba de Oliver Sacks.

El comunicado, publicado en el blog de Tim Tales, agrega el siguiente párrafo:

“Estoy consciente del estigma que rodea a la muerte de los hombres dentro de la industria del porno gay, por lo que me veo en la necesidad de hacer una importante aclaración a fin de evitar la inevitable especulación: la muerte de Tim se debió a un trágico y simple accidente casero, nada tuvieron que ver drogas involucradas, juegos sucios o suicidio”.

Después pide que le dejen vivir su duelo en privacidad. Y agrega un par de hombres en desnudo frontal, quienes fueron parejas de escena con Tim, anunciando una remasterización de sus mejores escenas de las últimas semanas. Para disfrutarlas en una edición sin cortes hay que ser miembro de la Tim Tales. La suscripción arranca desde los 29.95 dólares por 30 días.

En las fotografías junto al comunicado, Tim Kruger aparece de perfil con una cachucha, tank top blanca y shorts deportivos retro. La mitad de los medios que reportaron la muerte colocaban a Tim con ropa en poses de absoluta rutina. El resto extrajeron escenas de sus videos porno. Si algo aprendí de las decenas de entrevistas que hice para documentar mi novela “Pornografía para piromaníacos” fue la declaración de principios que significa para muchos pornstars mostrarse al mundo enfundados en ropas aburridas que les permita saborear el anonimato y la intimidad.

¿Cómo se sobrevive a la muerte de un pornstar? ¿Contemplando sus videos sin masturbarse?

No pocos hombres comentaron en redes sociales que tendrían una eyaculación en honor a la memoria de Tim Kruger. Sin resistirse a la tentación de antes aportar su cuota de especulación. “Drogas”, fue el rumor más popular. El Tim había perdido masa muscular, se apresuraron a conjeturar.

La muerte de Kruger sucedió en un momento en que la homosexualidad está siendo observada detrás de la mirilla de un rifle en manos de un conservador fanático. No faltó el gay beato que aseguró que es el destino de aquellos homosexuales que practican el sexo bareback, sin protección. Por cierto, Kruger empezó filmando con protección cuando el resto de sus actores lo hacía a pelo. En un principio aquello me pareció desigual. Con el tiempo (y supongo la llegada del PReP), Kruger cedió a la demanda y todo el porno de Tim Tales es a pelo.

No solo los conservadores están al pendiente de nuestros pasos. El desdoblamiento de las identidades también ha puesto la homosexualidad en su estado biológicamente primitivo, como un enemigo tóxico al que se debe vencer o al menos convencer de su limitación poco moderna. A menudo se acusa al porno gay de rendirse, voluntariamente, al poder del falocentrismo, algo de lo que especulaba Foucault de inspeccionar las sexualidades periféricas, pero satanizándolo de algún modo. Como en el conservadurismo más radical, haciendo uso de la culpa, a fin de hallar algo de justicia.

La homosexualidad está y estará condenada a una marginalidad hedonista en su instintiva antirreproducción. Por mucho que algunos homosexuales quieran verse asimilados por la decencia de una moral manipulada por bugas aburridos, el porno gay siempre estará ahí para recordar nuestra esencia, fatal onanismo y el destino después de la eyaculación.


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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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