Crítica es lo que hace el pez cuando se da cuenta de que vive en el agua. No tiene que odiar el agua, no tiene que dar un salto suicida a la tierra, ni tampoco se convierte de pronto en un ser neutral y sin opinión respecto a aquello que acaba de descubrir. La crítica es una toma de consciencia que implica cierta separación y perspectiva.
Corren vientos radicalmente autoritarios en el país vecino al norte. Esto no es una hipérbole, ni una tergiversación, como cuando dicen que México está “en las puertas del autoritarismo” porque un partido logró ganar electoralmente no sólo el poder ejecutivo federal, sino también mayorías legislativas y la mayoría de los gobiernos estatales. La consolidación de mayorías democráticas no es autoritarismo, y eso vale para este país y para cualquier otro.
No le llamamos, pues, “autoritario” al gobierno de Donald Trump por tener el apoyo social de las mayorías -asumiendo que lo tiene-, sino por otras razones. El autoritarismo sustituye derechos por decisiones arbitrarias, impredecibles y legalmente infundadas. Vivir en un país donde andar por la calle entraña el riesgo de ser detenido por perfilamiento racial, se tenga o no estatus legal en el territorio, es un claro y dramático ejemplo de un Estado que sustituyó los derechos por caprichos.
Esta no será la primera vez que, mientras que en varios lugares del mundo ondean orgullosas las banderas del extremismo derechista, en México se robustece un proyecto nacionalista con fuerte arraigo popular, orientado por ideales de justicia social y redistribución de la riqueza. Sucedió en 1944 con Lázaro Cárdenas y está sucediendo ahora. El pueblo de México no se deja seducir con facilidad por las ideologías de moda impuestas desde el exterior, pero ciertamente en estos tiempos, esas ideas se reproducen y viajan mucho más rápido y por más vías.
¿Qué hacemos con las ideologías, conductas y regímenes de extrema derecha? ¿Cómo les llamamos? ¿Debemos llamarlos, en toda regla, neofascismos? ¿O les seguimos buscando un nombre que los describa con más exactitud contemporánea? ¿Son iguales las ideologías extremistas de derecha y sus procesos de ascenso al poder en Estados Unidos, en Europa o en América Latina? ¿Qué tienen en común y qué los distingue? ¿Se pueden identificar esos procesos en México, incluso cuando no conformen la ideología dominante? Si es así, ¿dónde se reproducen esos discursos, dónde encuentran eco, por qué medios, entre cuáles grupos sociales? ¿Qué papel juegan en su legitimación los intelectuales, los influencers, los medios de comunicación, las universidades? ¿Cómo se hacen del dominio de esos agentes y espacios los grupos extremos derechistas?
Este viernes, en Casa Palmira, en Cuernavaca, se reunió una treintena de investigadoras e investigadores de diversas disciplinas para contestar estas preguntas desde la sociología, el derecho, la semiología, la historia, la economía, la geografía, y otras ciencias sociales y humanidades. Esta Red de Análisis de las ideologías lleva varios meses compartiendo reflexiones, y esta es la primera vez que se encuentran presencialmente para compartir lo que cada quien sabe y ha estudiado sobre el fenómeno.
La resistencia de México ante el riesgo de la proliferación y aceptación de los discursos de extrema derecha no se basará en la regulación o la censura, sino en el estudio, el análisis y la crítica, con la necesaria distancia que ella impone. Las extremas derechas requieren un examen quirúrgico y desapegado de pasiones -exaltar las emociones hasta la irracionalidad es uno de las grandes herramientas del discurso derechista-, pero que tampoco se autoimponga una necesidad de neutralidad que sólo puede ser ficticia.
El encuentro en Palmira -lugar emblemático de la Historia de México, que fuera la casa de descanso del General Lázaro Cárdenas, y el sitio donde se concibió la expropiación petrolera- es apenas el comienzo de una serie de conversaciones y acciones de vinculación que la Red se ha propuesto como objetivo. Conocer las entrañas de las extremas derechas, y generar y difundir ese conocimiento entre más y más personas es fundamental para enfrentar la amenaza antidemocrática que se cierne sobre otros pueblos y ante la que México habrá de resistir con la inteligencia y el ingenio como principales herramientas.
