Nos las vio, porque no estaban. No estaban por eso no las vio.
La presencia de las personas con discapacidad suelen faltar en las iglesias, institutos de culto, sinagogas, mezquitas o cualquier espacio espiritual o religioso, como faltan en las escuelas, los centros laborales o el resto de los espacios de la vida.
Curioso, por decir lo menos, porque son las personas en situación de vulnerabilidad, entre ellas las personas con discapacidad, el centro de todo mensaje evangélico que se predica a los fieles en sus reuniones semanales, pero no están.
Soy católica y sé por experiencia que en las iglesias, parroquias o capellanías las personas con discapacidad no aparecían, hasta que, en 2014 Monseñor José Guadalupe Galván Galindo, entonces obispo de Torreón dijo el sí a la llegada e instalación de la Catequesis Especial Vicentina (CEV).
Por supuesto, no se les prohibía la entrada a los servicios religiosos o a la preparación de los Sacramentos, para nada.
Los sermones y prédicas estaban llenas de ellas al citarlas y mostrar ejemplos de cómo nosotros, los que conformamos la iglesia caminante, podíamos hacer obras de misericordia hacia las personas con discapacidad ¿dónde? Allá en otro lugar, porque en los espacios sagrados no las encontrábamos.
Durante el verano de 2013, en un curso de la Arquidiócesis de Monterrey, conocí la existencia de un apostolado que acogía y preparaba a las personas con discapacidad para recibir los sacramentos y/o vivir su fe en comunidad.
Las condiciones para tener acceso a ello eran: tener los cuatro años cumplidos y acudir acompañado de un familiar para que éste también tuviese formación cristiana. Wow.
Por primera vez, no escuchaba condiciones limitantes para su recepción como lo suelen hacer con el proceso de selección de la persona con discapacidad, que controle esfínteres, que no tome medicamentos o que no sea persona con autismo no verbal.
Estaba ante un movimiento católico, que no solo hablaba de las personas con discapacidad, su trabajo se centraba en ellas y así Monseñor Galván Galindo también se cautivo.
En mayo de 2017, la Catedral de Nuestra Señora de la Virgen del Carmen patrona de la Diócesis Torreón, fue sede de la visita de las reliquias de San Vicente de Paul a propósito de los 400 años de la fundación de su obra y patrono de la Catequesis Especial Vicentina (CEV).
En ese momento memorable, Monseñor José Guadalupe Galván Galindo pastor de la grey católica de la Diócesis de Torreón saludó con beneplácito, no solo la instalación de un nuevo carisma en la región sino la cristalización de uno de los valores del evangelio que Jesús predicaba a cada instante: la atención a los más pequeños para la construcción de su Reino ya aquí en la tierra.
A pesar de tratarse de la iglesia, la propuesta de la Catequesis Especial Vicente (CEV) es mirar y atender a las personas con discapacidad en toda su dimensión de persona y no solo como objeto de caridad.
La caridad como amor, sí, pero en nuestros días la caridad se ha vuelto favor y por eso necesaria hacer la distinción.
Aquel sí de Don José Guadalupe Galván Galindo ha propiciado tres tallares por igual número de instalación de centros:
2014 Centro Saulo, 2015 Capellanía de EL Roble, ambas ubicadas en Torreón, y 2016 en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Francisco I. Madero, ciudades de Coahuila.
Hoy el perfil clerical con el que se han movido algunos obispos de México, tiene a muchas y muchas alejados de sus prácticas religiosas en comunidad.
Torreón, tuvo en Don José Guadalupe el rostro de Jesús vivo que acercó a las ovejas que faltaban en su rebaño. Mi admiración y mi oración. QEPD.
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