La vida nos ofrece grandes sorpresas buenas o no, y fascinantes regalos que no cuestan ni un centavo; el caso es “encontrarlos” y saber ¿cuándo y dónde recogerlos? Ahí el detalle. Vemos algunos escenarios:
El puesto de director de finanzas quedó vacante, soy el que más se apega al perfil de competencias. Si no me eligen, ¿levantaré la mano, mostrando mi interés?
Mi jefe desea incrementarme el sueldo en un porcentaje mayor a la media, a cambio de aceptar más responsabilidades. ¿Debo aceptar? ¿O seguir en mi zona de confort?
El cambio de ciudad al sur del país implicará un cambio importante para la familia y la dinámica que ya tenemos aprendida, pero representa grandes retos y es el paso intermedio a ocupar un puesto de mayor jerarquía en un mediano plazo. ¿Qué hago?
El cliente más grande e importante de la compañía desea que yo lo atienda, vendrán más comisiones y bonos muy buenos, aunque es muy demandante, le gusta la atención al detalle, y pide mucho tiempo a su lado. ¿Me conviene aceptarlo?
Otra compañía de igual giro a la actual me ofrece más sueldo, una mejor posición y mejores posibilidades de desarrollo que el que hoy tengo, a cambio de un año a prueba. ¿Tomo el reto?
La universidad en donde estudié me da una beca para cursar la maestría que anhelo, de manera gratuita; pero hay que dedicarle mucho tiempo a los estudios para mantener el promedio y la beca. ¿Debo tomarla?
No tenía muchas ganas de platicar con mi vecino de asiento en ese viaje, pero insistió en conversar; hoy es mi jefe y gran amigo.
Poca gente fue a esa reunión de trabajo, donde premiarían a los mejores vendedores; me regalaron un viaje todo pagado a Europa, como parte del programa de motivación. Acepté el empleo que nadie quería, hoy soy el director de división, después de un año de trabajo arduo. Esa fruta que nos ofrece la vida solo hay que recogerla. _
