El pueblo” se expresó el domingo pasado. O la ciudadanía lo hizo, como usted prefiera nombrar a ese ente colectivo que eventualmente emite una determinada calificación sobre las candidaturas presentadas y sobre el desempeño de los gobiernos de los partidos ligados a ellas. Porque, hay que decirlo, a la hora de votar suelen estar en cuestión muchas cosas. Qué es lo que hace a una persona emitir su voto en cierto sentido, depende de muchos factores, desde su interés personal, hasta su ideal de nación, pasando por posturas ideológicas, impacto de la propaganda y publicidad durante la campaña, empatía con el candidato y otros elementos. ¿Qué mensaje mandó entonces el pueblo mexicano respecto a cómo quiere ser gobernado en los próximos tres años? Me parece que hay que distinguir entre los planos federal y local. A nivel federal, me parece que ciertamente el resultado no constituye un premio para Morena, pues si bien mantuvo la mayoría, ésta disminuyó respecto a 2018. Ahora bien, la pregunta es: ¿el castigo relativo es para Morena o para AMLO? Como el Presidente no estaba en la boleta electoral, es difícil decirlo. Sin embargo, es claro que, de muchas maneras López Obrador hizo campaña en favor de los candidatos de su partido. Entonces, me parece válido aseverar que el “castigo” representado por la disminución en el número de diputados federales de Morena, de alguna manera se dirige no solo al partido, sino también a la gestión del Presidente de la República.
A pesar de todo, el mensaje es ambiguo porque, al mismo tiempo, Morena retuvo la mayoría en la Cámara de Diputados. Lo cual significa que, por lo menos una parte del pueblo sigue creyendo en las promesas de una mejoría. En suma, continúa teniendo fe y esperanza del cambio, aunque los datos reales y concretos le digan otra cosa. No fue una casualidad que López Obrador pocos días antes de las elecciones se declarara “cristiano”, entendiendo por ello un seguidor de “Jesús el Cristo”. Con eso, se alineó con la gran mayoría de mexicanos y mexicanas que, pese a su situación social y económica, o quizás debido a ella, creen en un futuro mejor, en la justicia al final del camino, en el fin de la corrupción. Si Jesucristo (y AMLO) están del lado de los pobres, hay que seguir apoyándolo, hay que seguir confiando en la salvación. Poco importan los datos reales, los desastres concretos, las imágenes de los vagones de la Línea 12 destruidos, el crecimiento cero, el costo de la gasolina, los recursos públicos dilapidados. Lo importante es la fe y la esperanza.
Aun así, lo que también vimos en estas elecciones es el fin de una ambición. Morena no será nunca ese partido de la totalidad que hubiera querido AMLO; ese carro completo del viejo PRI. Llegó a su límite, porque hasta ahora no demostró capacidad para convertir esa esperanza en un mínimo de nueva realidad. Ese es el mensaje, aparentemente contradictorio, aparentemente ambiguo, de ese pueblo tan sufrido, pero tan aguantador. Será interesante observar cómo AMLO y sus seguidores leen este mensaje de los electores. Más allá del esperado triunfalismo, supongo que habrá más de alguno (y más de alguna) entendiendo la lección.
Roberto Blancarte