
Gema de la Torre Marque hizo negocio con el cuerpo de su hija. Con diez añitos la rentó a un hombre cuarenta años mayor que ella.
“Fue una relación que mi mamá intentó normalizar… y me obligó a estar con él de manera sexual”, narró Giovanna Richer el día de ayer a la periodista Diana Alcaraz (MVS).
Huérfana de padre, ella fue víctima de trata hasta que cumplió la mayoría de edad. Denuncia haber vivido también maltrato psicológico y físico, todos esos años. En la adolescencia, su progenitora le hizo creer que para pagarle una educación privada debía hacer lo que ella ordenara.
Narra que, en una ocasión, encontró en la casa materna videos de cuando tenía cuatro años. Ahí aparece retratada en situaciones evidentemente sexuales. Relata también que, además de aquel hombre a quien la vendieron, Giovanna fue víctima de abuso sexual por parte de varias parejas de su madre.
Durante aquel periodo infernal, Giovanna pidió auxilio a los adultos pertenecientes a su círculo inmediato. Sentía vergüenza por el tema sexual así que sólo denunció la violencia física que su madre ejercía contra ella. Afirma que nadie le quiso hacer caso. Las amigas de su madre no le creyeron y aquellas que contaron con convicción respecto del maltrato prefirieron no entrometerse para evitarse problemas con la justicia.
Cuando Giovanna sugirió a una amiga de Gema que se la llevara a vivir a su casa, la mujer razonó que, siendo una menor, podrían acusarla por secuestro. Tuvo entonces que esperar a cumplir los dieciocho años cuando una antigua amiga de su padre, psicóloga de profesión, le dio refugio. Al principio trató de pasar página, dejando su pasado tras sus espaldas y evitó volver a tener contacto con su madre.
“Respecto a la trata y el abuso sexual mi mente se bloqueó. La razón por la que debía huir eran los golpes. Entonces no fui capaz de confesarme a mí misma lo que verdaderamente viví durante mi adolescencia”.
Poco después Giovanna hizo maletas y se fue a vivir a Chiapas. Trabajó en las comunidades bajo la tutela de misioneros católicos. Dice que no fue hasta que tomó distancia que por primera vez se atrevió a hablar en voz alta de algunos de los episodios más dolorosos. Escuchándose conversar entendió por qué le importaban los derechos de las mujeres indígenas para las que trabajaba.
Luego vino un viaje más largo. Se fue a vivir, primero a Egipto, luego a Palestina y también a Líbano. Fue en Medio Oriente, a miles de kilómetros de distancia, que los recuerdos más terribles se fueron desbloqueando.
Dice que dos hechos coincidentes la llevaron a tomar consciencia de su propia historia: la distancia respecto de la sociedad en la que creció y la perspectiva que consiguió al escuchar el testimonio de otras mujeres que sufrieron circunstancias similares a la suya.
En aquella región del mundo, donde la mujer puede sufrir opresión grande, Giovanna desentrañó la opresión que a ella misma le había tocado vivir.
También en Medio Oriente conoció a quien actualmente es su esposo. Un hombre árabe a quien nunca ocultó nada sobre su biografía, mucho menos sobre el monstruo de madre que le tocó en esta vida.
A los veinticuatro años Giovanna regresó a México con su pareja. Dos años después, Gema de la Torre volvió a contactar a Giovanna. Mediante mensajes de texto en su celular la amenazó con que contaría a su esposo sobre su pasado “como prostituta”, a menos que le diera a cambio de su silencio, cincuenta mil pesos.
Fue entonces cuando decidió presentar una denuncia contra su propia madre. Entre los hechos relatados narró detalles insoportables del abuso vivido. También contó sobre el amigo de su padrastro, el hombre que pagaba a su madre a cambio de poder abusar libremente de Giovanna durante ocho largos años. Sumó a la lista de agravios los golpes, el chantaje y la violencia económica.
Por increíble que parezca, la carpeta de investigación elaborada por el Ministerio Público tardó doce largos meses en ser integrada. Mientras tanto, Gema continuó amenazando a su hija con que le haría daño si no accedía a satisfacer sus demandas.
Finalmente, el testimonio y las pruebas presentadas fueron material contundente para vincular a proceso penal a la señora de la Torre. Además, el juez consideró que la mujer era peligrosa y que por tanto debía ser privada de la libertad dentro de un penal hasta que se resolviera el caso.
Tonatiuh Rovirosa, abogado amigo del padre de Giovanna, tomó la representación de la víctima. Mientras tanto, el caso fue turnado al juez Eduardo Esquivel Jasso, quien recientemente contendió como candidato a magistrado penal en la Ciudad de México y perdió en la contienda.
Giovanna está preocupada porque cabe la posibilidad de que el próximo lunes primero de septiembre, el juez cambie la medida cautelar dictada contra su madre y la deje salir para que enfrente el resto del proceso en libertad.
Informalmente le ha pedido a la víctima que sea empática con su madre y que asuma lo difícil que sería para esa tratante sexual sobrevivir entre cuatro paredes.
Giovanna asegura que Gema le hará daño si abandona la prisión. Es una mujer peligrosa y sin límites, como su historial lo demuestra.
Giovanna no se atreve a decir que haya corrupción dentro del juzgado del juez Esquivel, pero no está dispuesta a quedarse callada respecto a lo que vivió y tampoco a dejar que el juez haga oídos sordos respecto de las pruebas y los testimonios presentados.
Este próximo lunes, mientras el Poder Judicial estará cambiando de manos, Giovanna acudirá al juzgado con el corazón encogido para suplicar protección de la justicia.