Los últimos años, entre hipótesis científicas, producciones del séptimo arte y desarrollo tecnológico, se ha consolidado lo que el psicólogo William James denominó en 1895 como “multiverso” y del cual fue criticado por fantasioso. Un lugar común para explicarlo es que se trata de la existencia de universos alternos o paralelos al nuestro. Con características que están definidas con base en aquello que se asume como cierto para cada uno, que cuentan con reglas y características propias. El principal reto para el multiverso es tener una demostración práctica de su existencia. Un ejemplo que se acercaría a esa evidencia es posible gracias a la tecnología que actualmente permite estar presente en varios universos y realizar actividades distintas en cada uno. Por ejemplo, en las redes sociales.
Curiosamente el concepto de multiverso parece ser muy útil para explicar una realidad más mundana que la tecnológica, pero no menos importante, la política. El primero de marzo arrancó en México, formalmente, la contienda que definirá más de 20 mil cargos públicos. Un momento crucial para la joven democracia mexicana que, además, ofrece un mosaico de situaciones útiles para hablar del multiverso a partir de las promesas políticas. Por ejemplo, cuando se habla de un universo en el que arrancan las campañas este mes y otro paralelo en el que las campañas comenzaron hace meses o años; de la promesa de un universo con menos inseguridad descrito a partir de menor número de homicidios dolosos y otro alterno en el que vive la población de Fresnillo, Zacatecas, Tierra Caliente, Guerrero, Reynosa, Tamaulipas y de muchas entidades más; de un universo en el que se habla de nearshoring como la oportunidad que aprovechará México en el corto plazo y otro paralelo en donde las condiciones de certidumbre jurídica frenan la posibilidad de hacer negocios; de un universo en donde se combatirá la corrupción, que ya se había acabado, y otro alterno sin órganos autónomos, investigaciones, transparencia, rendición de cuentas y consecuencias en asuntos que cuestan vidas y miles de millones de pesos.
En fin, sirvan solamente unos ejemplos para contribuir en la comprensión del multiverso a partir de la política, aunque también podrían hacer pensar al electorado de qué universo les hablan, del suyo o del de otros, y de la importancia de salir a votar. Para evitar riesgos, la ciencia no acepta algo hasta que se compruebe; en política parece ser al revés, aceptar todo sin que se compruebe y sin importar el riesgo de una esquizofrenia democrática que impactará en el rumbo del país, por más que cada personaje se aferre a lo que asuma como cierto, de su universo, su realidad, sus datos y sus reglas. Si William James fuera político, lo de fantasioso hubiera sido acertado.