En la primera década de este siglo, México experimentó el surgimiento de una ley de la que se ha llegado a decir que fue más un golpe de suerte para la ciudadanía, la academia y los medios de comunicación, del que no se entendía bien a bien el alcance que podría tener: el acceso a la información pública. Durante dos décadas el entramado normativo que va desde instrumentos internacionales, pasando por la Constitución y la legislación de transparencia y acceso a la información pública, ha ido evolucionando, sumando actores e iniciativas que de manera transversal han tocado varios rincones del quehacer público. Y claro, ese marco normativo siempre será condición necesaria, más no suficiente, para que llegue a la realidad de todas las personas. Pero para lograrlo se requiere también de instituciones que en circunstancias específicas como la autonomía e independencia permitan cumplir su objetivo. Ese papel corresponde al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI).
Y es que recientemente salió a la luz el planteamiento de una iniciativa federal que perfila, entre otros, la desaparición del INAI a partir de la absorción de sus funciones por una dependencia federal. Nada más regresivo si se atiende a los logros que, a pesar de las críticas respecto a su utilidad y conveniencia, han contribuido para la construcción de argumentos ciudadanos de legitimidad con motivo del quehacer del Estado. Ha sido un referente para incentivar el entendimiento con evidencia documentada y clara, para que la gente vea si lo que tanto se dice es coherente con lo que se hace. Esto también es bienestar social, es contribuir a la sustentabilidad de un modelo democrático que tanto se presume.
Uno de los rasgos característicos del oscurantismo fue limitar el acceso del conocimiento al público en general. Fue una época sin la tecnología, ni todas esas comodidades que hoy se tienen a la mano para entender qué está pasando. Afortunadamente hoy la transparencia ha permitido que cada persona en lo individual mejore su toma de decisiones que van desde votar por un candidato, abrir un negocio, presentar una denuncia, etc.
En su texto Humano, demasiado humano (Human, All To Human) Nietzche dijo “el elemento esencial en el negro arte del oscurantismo no es que quiera oscurecer la comprensión individual, sino la imagen del mundo y oscurecer nuestra idea de la existencia”. Querer un forzado oscurantismo mexicano hoy, tampoco parece querer limitar al individuo, sino al pueblo. Es querer tapar la opacidad con un dedo, ese que por más que tome decisiones mirando sombras en una ensimismada cueva, cada día se topa con la dureza de la transparencia.