La caída del escenario donde Jorge Álvarez Máynez cerraría su campaña electoral reflejó parte de los muchos peligros que trae consigo la pendiente resbaladiza por la que se desliza nuestra sensibilidad moral a través de las redes sociales. Para no confundir la palabra moral con moralina, resulta importante entender qué significa eso de la pendiente resbaladiza.
Un tobogán, resbaladero o deslizadero, es un juego infantil súper divertido donde siempre existe el riesgo de ensuciarse, romperse la ropa o rebotar contra el suelo. Las redes sociales tienen un efecto muy similar al del tobogán. Una vez que estamos en ellas, no hay forma de evitar que la gravedad haga lo suyo.
Las reacciones de las primeras imágenes que comenzaron a circular cuando colapsó el escenario estaban muy cercanas al asombro, sin embargo, en unos cuantos minutos el tono fue deslizándose de manera drástica. Del “Qué tristeza”, “Pobre gente”, se pasó al “Imbéciles”, “Eso les pasa por listos”, “Se lo merecen” y demás expresiones que no logran ocultar el profundo nivel de deshumanización que propicia hablar desde la distancia virtual y el anonimato.
Antes que negligencia, insensatez, torpeza o inconsciencia, lo sucedido en San Pedro Garza García es una desgracia humana en mayúsculas. Las nueve víctimas mortales y los casi 200 lesionados son una prueba irrefutable del tamaño del infortunio.
Entendida como incompetencia y barrera para la actuación ética, además de la falta de consideración, empatía y compasión frente a la desgracia ajena, la pendiente resbaladiza estropea otras facultades morales.
Durante los dos días que duró la tendencia en la red X, los comentarios sobre los señalamientos que años atrás Álvarez Máynez hizo sobre la imperdonable negligencia de autoridades y particulares con relación al incendio de la Guardería ABC, el derrame de químicos en el Río Sonora o la caída de la Línea 12 del Metro, fueron inmisericordes, no solo por lo ofensivo de su contenido, sino porque perdieron de vista el foco que el verdadero problema era la desgracia humana y no la campaña política.
No sería ninguna mala idea abrir un diálogo público para pensar y debatir con relación a la velocidad a la que nuestras consideraciones morales se deslizan a través de las redes sociales. Conviene hacerlo antes de vernos a ras de suelo.
