Con motivo de las últimas declaraciones y decisiones desafortunadas de Donald Trump, la entrega pasada dije que hoy hablaría de algunas claves para realizar negociaciones donde las partes involucradas obtuvieran la mejor solución posible. Sin embargo, los comentarios que recibí en las redes me hicieron abortar la idea porque, como me dijo una persona muy querida, “con un loco no se puede negociar”.
Es por esta razón que pensé en recuperar un tema pendiente que quiero poner sobre la mesa para retomarlo con calma en futuras entregas: el hallazgo de los cuerpos en descomposición de una mujer y sus tres hijas (menores de edad) a un costado de la carretera a Bahía Kino. Afortunadamente el asesino ya fue identificado y vinculado a proceso por los delitos de feminicidio agravado y homicidio infantil.
Según refieren algunos testigos, en varias ocasiones “bromeó” diciendo que asesinaría a su ex pareja, porque ella lo había nombrado su único beneficiario, teniendo así la oportunidad de cobrar alrededor de 300 mil pesos. Las inconsistencias en su declaración, la portación de un arma de uso exclusivo del Ejército, así como los rastros de pólvora en su cuerpo, permitieron que un juez, de manera inmediata, dictara auto de vinculación a proceso e impusiera la medida de prisión preventiva justificada. El monstruoso acto cometido llevaría a Jesús Antonio “N” a pagar una condena de 180 años en prisión.
Aunque la cantidad de años suena a mucho, para buena parte de las y los colectivos, así como para la ciudadanía que también se manifestó en contra, la sentencia no hace, ni hará, justicia a las cuatro víctimas. La atrocidad perpetuada en su contra, según se dice en redes y medios nacionales e internacionales, ameritaría una pena mayor, la cual, resulta claro, aun y cuando alcanzara los 200 o 500 años de sentencia o, incluso, la pena de muerte, no devolverán la vida a la mujer, ni a sus hijas.
Casos como éstos no tienen una solución satisfactoria posible, pero sí existen medidas que podrían evitar dramas como este. En su libro Ética para el mundo real, Peter Singer se pregunta sobre la viabilidad de producir una pastilla que inhiba las conductas antisociales, apagando la autonomía individual para ganar en términos de bienestar común. ¿Suena a una medida descabellada?
Sobre ella hablaré a mi regreso vacacional el próximo 9 de agosto.