La gran nación Estado mexicana, una magnífica cohesión de individuos que convivimos sobre un territorio de gran tradición y riquezas naturales, culturales e históricas. ¿Cómo pudiéramos fortalecernos para ponernos en el concierto de naciones más prósperas? ¿Cómo pudiéramos maximizar los niveles de bienestar?
Las respuestas a estas preguntas requieren de un enfoque multidimensional. El Gobierno mexicano en sus tres niveles; el pueblo; la sociedad civil; la academia; y la iniciativa privada tendremos que enfocar las baterías hacia la educación, el desarrollo social y económico, así como la autosuficiencia energética.
“La instrucción es la base de la prosperidad de los pueblos”, sentenció don Benito Juárez. Tan vigente está esta máxima en la actualidad que cuando la dijo el Benemérito hace más de siglo y medio. Para que prospere y se fortalezca el Estado mexicano se deberá procurar la propia y moderna instrucción de la población mexicana desde el nivel básico.
Debemos llevar a cabo una planeación estratégica para ubicar aquellas capacidades que necesitamos para competir en un mundo cada vez más complejo y cambiante. Los planes de estudio deberán estar blindados contra la automatización.
Requerimos asegurar la educación de calidad, y en paralelo, fomentar el desarrollo económico integral, no solamente buscar el crecimiento económico que solamente beneficia a unas cuantas familias de México. Debemos reducir la desigualdad. Siempre tenemos que estar identificando y potencializando nuestras fortalezas comparativas en relación con otros países y explotarlas. Impulsar el crédito accesible para todos los sectores productivos y facilitar las capacitaciones. Aunado a la educación de calidad, el desarrollo económico conllevaría a un aumento en el bienestar de la ciudadanía.
Por último, para lograr el desarrollo económico de nuestro México se necesitará un abasto confiable de energía. Debemos impulsar fuertemente la inversión en las energías renovables, así como la investigación y desarrollo energético. Mientras se transite hacia energías renovables y limpias, la producción de energía convencional se deberá basar en la más alta tecnología y aprovechar las ventajas competitivas para asegurar nuestra autosuficiencia energética.
La prosperidad integral de nuestro México dependerá de nuestra capacidad para planear y anticiparnos al futuro. La única constante en este siglo XXI es el cambio, y no gradual, sino radical y disruptivo. Debemos anticiparnos al futuro y estar preparados para enfrentar los retos que ya llegaron y los que llegarán.