
Libros como el de Ángel Vargas (Acapulco, Guerrero, 1989) son un respiro en medio del caos, una ácida crítica para que tomemos conciencia de que el ecosistema se desmorona.
Entre la plenitud y el despojo, el enajenamiento y la conciencia del vacío se entrelazan las líneas de este poemario. La mirada retrospectiva adquiere espacio, se envuelve en la ficción y la biología marina. Hablar de ballenas es sinónimo de convocar a dioses, eso lo sabe el escritor y, muy probablemente, las poetas que le concedieron el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2024.
Leerlo trae a la memoria imágenes de Álvaro Mutis en un conjunto de poemas titulado “Trilogía”, en donde se evoca tres espacios: la ciudad, el campo y la montaña. El colombiano se refiere a la esterilidad ligada al hombre moderno, regido por un sentido de la historia como progreso, ansias de poder y, según parece, no puede recordar el origen del mundo, de la vida, del medio ambiente. Esta amnesia o clara estupidez cohabita y nos enfrenta al cambio climático. Volviendo a Mutis, la poesía resulta ser una “moneda útil que paga pecados ajenos con falsas intenciones de dar a los hombres la esperanza”. Aquí no existen ilusiones sino realidades, miradas futuristas que enfrentan las consecuencias de cuando no existe un equilibrio con el medio ambiente.
“Siento una era geológica corriendo por mi cuerpo, / siento las alas y sus plumas y con ellas un aire fósil/ recorriéndome el rostro y miro el mundo/ sin que mi corazón se espese por el miedo, / siento las escamas y el fondo marino con sus formas de vida/ muy cercanas a la naturaleza amniótica. He sido otros/ a causa de la reconversión de la memoria”, escribe Ángel Vargas.
Sabemos que el cambio climático ha transformado los ecosistemas marinos, terrestres y de agua dulce. Ha provocado la pérdida de especies locales, el aumento de enfermedades e impulsado la mortalidad masiva de plantas y animales, propiciando las primeras extinciones ocasionadas por el clima. Los científicos de diversas universidades han insistido que las especies marinas se están extinguiendo dos veces más que las terrestres, debido a su sensibilidad al calentamiento global y a una menor capacidad para escapar del calor.
La misión de la poesía como conciencia social, como indignación colectiva ante un espacio que agoniza. Tendríamos que levantar la voz cada vez que alguien maltrata a un animal, tira desechos en la vía pública y lugares prohibidos, y fomenta el uso indiscriminado de materiales que tardan años en desintegrarse.
Es inevitable no pensar en Jean Giano, escritor francés, traductor de Moby Dick. En El hombre que plantaba árboles mostró que una acción con esfuerzo y constancia puede ser un cambio. Narra la vida de Elzéard, pastor que dedica su vida a plantar árboles en una región desértica de la Provenza. A pesar de que los terrenos no le pertenecen, su labor es desinteresada. Con el tiempo emerge un bosque donde no lo había, la vida retorna y también nuevos habitantes. El libro fue un encargo que le hicieron al novelista, por parte de una editorial estadunidense; sin embargo, fue rechazado ese proyecto porque lo consideraron poco creíble. Fue entonces cuando Jean Giono decidió publicar su libro en una revista con total libertad para imprimirlo sin tener que recibir derechos de autor. Él liberó su historia que con el tiempo se convirtió en un ícono de la literatura sobre el medio ambiente.
“La ballena y yo respiramos/ al mismo tiempo// y al tiempo que se expanden/ mis costillas,/ sus costillas se abren.// Comenzamos a filtrar el alimento.// El pedazo de mar que la ballena engulle/ es toda el agua que conozco.// Escucho el océano.// He comenzado a oír/ los pensamientos de la ballena”.
A Neruda también le interesó alzar la voz para decir que la salud del mundo se agota. En su poema “Eco” aborda la relación entre el hombre y la naturaleza: “El bosque cayó, los árboles fueron derribados, / el agua escondió su rostro asustada, / el aire se negó a respirar nuestro veneno.”
Así como en Neruda el bosque cae, en Vargas el mar también puede tener el mismo destino. Por eso explora posibilidades, afinidades y contrapesos para que suene la alarma en nuestra conciencia colectiva. La muerte silenciosa puede venir más pronto de lo que pensamos. La vida de la naturaleza se aniquila en un dos por tres. Cuando buscamos un remedio, ya se han agotado las posibilidades y, acaso, sólo queda emprender una migración para buscar otros recursos naturales.
El poema “Informe sobre la cumbre mundial del clima” resulta ser una ironía, un retrato fiel de las actitudes de las potencias mundiales. Los acuerdos son inútiles, la indignación no crece, se fomenta la mediocridad y la conveniencia para una nación es problema climático en otra.
Durante la pandemia la que se benefició de ese aislamiento fue la naturaleza. Al no haber contaminación, en las playas hubo avistamientos de animales que no suelen estar presentes en esas zonas, y del bosque a la ciudad se abrieron nuevas rutas para los mamíferos que venían en busca de alimento.
Respirar, exhalar, repetir la acción y reaprender.
En estas páginas se explora el cambio climático desde la decadencia, cuando ya no hay marcha atrás. Recuerda la importancia de ser conscientes de nuestras acciones y tomar medidas para preservar nuestro hogar. El poema es visto como una herramienta para generar conciencia y luchar por un futuro sostenible. Eso y nada más.