Está bien celebrar a la niñez el 30 de abril. Reír con ella, regalarles un juguete, organizar un festival. Pero más allá de las fotos, las piñatas y los aplausos, queda una pregunta incómoda: ¿Quién la celebra los otros 364 días del año?
Porque las infancias no necesitan discursos de un solo día. Necesitan políticas sostenidas, presupuestos valientes y robustos; decisiones que las pongan al centro. Celebrar no basta. Lo que necesitan es que alguien se comprometa con ellas, incluso cuando eso no da votos.
Invertir en las infancias no es una estrategia política rentable a corto plazo y por eso ha sido históricamente relegada. No genera aplausos inmediatos ni ***trending topics***. Pero sí puede cambiar el rumbo de un país. Apostarle a su bienestar no solo es un acto de justicia: es la inversión más potente y transformadora que una sociedad puede hacer.
En México, millones de niñas y niños enfrentan rezagos estructurales que limitan su desarrollo desde antes de nacer. Hay quienes crecen sin acceso a salud, sin educación de calidad, sin una alimentación adecuada, sin espacios seguros para jugar, aprender o simplemente vivir con dignidad.
La pobreza infantil es más alta que la pobreza en la población adulta, y las niñas y niños indígenas, con discapacidad, en situación de migración o sin redes de cuidado, enfrentan múltiples formas de exclusión.
Las políticas públicas han sido fragmentadas, intermitentes o diseñadas desde la lógica del asistencialismo. Y lo más grave: pocas veces se toma en cuenta la voz de las infancias al diseñarlas.
Hemos fallado en reconocer algo fundamental: las niñas y los niños no son el futuro, son el presente. Y sus derechos no son negociables. Desde Nuevo León, le hemos apostado con decisión a cambiar esta historia.
Con la Estrategia de Atención a la Primera Infancia, la consolidación de estancias infantiles, los encuentros de desarrollo, los talleres de crianza positiva, las actividades de recreación en centros comunitarios, los instrumentos de política pública para prevenir la violencia, la construcción de espacios con enfoque de infancias y la profesionalización de personal que atiende a la niñez, incluyendo las y los policías, pusimos en marcha un modelo de desarrollo integral que empieza desde el nacimiento y acompaña a las infancias en todas sus etapas, pasando de un enfoque de protección de la niñez, a tratarles como titulares de derechos.
Aún hay grandes retos. Por eso impulsamos estrategias como Hambre Cero Nuevo León, que mejoró los indicadores de peso, talla y nutrición infantil. Acompañamos a niñas y niños migrantes, promovemos el acceso a la educación, reforzamos la atención de la salud infantil, incluyendo a infancias con discapacidad y trabajamos sin descanso en la prevención de violencias. Con el programa de cobertura universal a la salud se redujo la mortalidad infantil por cáncer más de 40 por ciento. Además, renovando espacios como el Centro Capullos, refrendamos nuestro compromiso con la protección integral de las infancias más vulnerables.
Invertir en las infancias mejora el tejido social, fortalece la economía y rompe los ciclos de desigualdad. Es una apuesta a largo plazo, pero es también una garantía de bienestar colectivo. Por eso, en este Día de la Niñez, no basta con celebrar. Es momento de actuar.
Necesitamos que todos los sectores, Gobierno, empresas, escuelas, familias y comunidad, asumamos nuestra parte en esta corresponsabilidad. Que abramos espacios para que la niñez crezca sin miedo, hambre ni violencia. Que garanticemos su derecho a ser escuchados, cuidados y valorados.
No hay política más estratégica, más ética ni más poderosa que la que pone a las infancias primero.
No hay causa más noble que protegerlos, acompañarlos y asegurarnos de que vivan una vida digna desde el primer día.
Hagamos de Nuevo León un estado donde la niñez no se celebre solo un día, sino todos los días. Porque al final, garantizar los derechos de las infancias es la semilla que germinará en el mejor lugar para nacer, crecer, educarse y vivir.