En la encrucijada de las elecciones presidenciales, una pregunta crucial se eleva por encima del ruido político: ¿dónde está la consideración por la movilidad activa en las agendas de las candidatas y el candidato?
Mientras las personas aspirantes compiten por la silla presidencial, parecen ignorar una herramienta vital para el bienestar urbano: fomentar formas de transporte sostenible, como caminar, andar en bicicleta y mejorar el transporte público en las ciudades.
En lugar de abordar este tema con la seriedad que merece, muchos candidatos se aferran a políticas obsoletas que promueven el uso del automóvil privado, perpetuando así una cultura de congestión, contaminación y desigualdad en nuestras urbes.
Es innegable que el transporte es una pieza fundamental del rompecabezas urbano. Define cómo nos movemos, cómo interactuamos con nuestro entorno y, en última instancia, cómo vivimos nuestras vidas.
Sin embargo, la narrativa política actual parece relegar la movilidad activa a un papel secundario, privilegiando en cambio el dominio del automóvil privado.
Esta falta de visión no solo es corta de miras, sino que también es profundamente preocupante, dado el impacto negativo que tiene en nuestra salud, medio ambiente y calidad de vida.
En primer lugar, la movilidad activa, como caminar y andar en bicicleta, promueve la salud y el bienestar de la población.
Fomentar estos medios de transporte no solo aumenta la actividad física, reduciendo así el riesgo de enfermedades crónicas como la obesidad y las enfermedades cardiovasculares, sino que también mejora la salud mental al reducir el estrés y aumentar la sensación de bienestar.
Sin embargo, al centrarse exclusivamente en el automóvil privado, los candidatos están pasando por alto una oportunidad invaluable para promover la salud pública y el bienestar de sus ciudadanos.
Además, la movilidad activa tiene un impacto significativo en la mitigación del cambio climático y la reducción de la contaminación del aire.
Mientras que los vehículos motorizados son una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero y contaminantes atmosféricos, caminar y andar en bicicleta son opciones libres de emisiones que contribuyen a la lucha contra la crisis climática y mejoran la calidad del aire en nuestras ciudades.
Al descuidar la promoción de estas formas de transporte, los candidatos están perpetuando un ciclo insostenible de degradación ambiental y deterioro de la calidad del aire, poniendo en riesgo la salud y el bienestar de las generaciones presentes y futuras.
Asimismo, la movilidad activa es un catalizador clave para la inclusión y la equidad en nuestras ciudades.
A diferencia del automóvil privado, que está fuera del alcance de muchos debido a su costo prohibitivo, caminar y andar en bicicleta son opciones accesibles para personas de todos los ámbitos de la vida, incluidas aquellas que enfrentan barreras económicas y de movilidad.
Al promover políticas que favorecen exclusivamente el automóvil privado, los candidatos están perpetuando una división socioeconómica en nuestras ciudades, negando a muchos el acceso a oportunidades vitales de trabajo, educación y recreación.
Entonces, ¿por qué esta desconexión entre la política y la movilidad activa persiste? La respuesta puede encontrarse en los intereses creados y la resistencia al cambio.
La industria automotriz, con su poder económico y político, ha ejercido una influencia desproporcionada en la formulación de políticas, perpetuando así un modelo de transporte centrado en el automóvil privado que beneficia a unos pocos a expensas de muchos.
Además, la falta de imaginación y liderazgo político ha llevado a una inercia institucional que favorece el statu quo en lugar de abrazar la innovación y la transformación necesarias para construir ciudades más sostenibles y habitables.
Sin embargo, esta inacción política no puede justificarse más. Es hora de que los candidatos a la Presidencia reconozcan la importancia crítica de la movilidad activa en la construcción de un futuro urbano más saludable, sostenible e inclusivo.
Esto requiere un compromiso real con la promoción de políticas que fomenten el caminar y andar en bicicleta, desde la inversión en infraestructura adecuada hasta la implementación de incentivos fiscales y programas de educación pública.
Solo entonces podremos romper el ciclo de dependencia del automóvil privado y construir ciudades que funcionen para todos sus habitantes, no solo para unos pocos privilegiados.