Se ha hablado en las noticias locales de las celebraciones de la afición del Santos ante su pase a la final.
En las notas donde se denuncian daños, se encuentran diferentes comentarios del público como:
“Sin llorar, le encanta el mitote”, “¡qué andaba haciendo ahí si ya sabe cómo es la raza!”, ¿les suena?
Es inevitable compararlo con las protestas feministas.
De entrada, nos recuerda que “las formas” tienen diferentes motivos: las de ellos son “festejos”; las de nosotras, un grito de justicia.
Rompieron el vidrio trasero de un carro donde en ese asiento venía un niño de 2 años, hubo una persona atropellada y se grabaron diversas peleas entre mismos santistas.
Forzoso es observar el cómo en acción están mayoritariamente hombres: un reflejo de la necesidad de exigir nuevos modelos de masculinidad y de reflexionar que, si esto es producto de un festejo, ahora imaginemos lo que hacen motivados por emociones alejadas de la alegría.
Por otra parte, sabemos que “las formas” de protesta feminista siempre son señaladas.
Si marchamos somos unas exageradas, si bailamos somos unas ridículas, si pintamos paredes somos vándalas, si realizamos interlocución con autoridades somos unas vendidas.
Usar nuestro cuerpo como sujeto político, en lugar de objeto de consumo para los demás, ha resultado en indignación social, aún y cuando siempre procuramos cuidar a asistentes y hasta usar materiales ecológicos.
A nosotras ya nos quedó claro que lo que incomoda es que seamos mujeres y queramos ser ciudadanas, que luchemos por esa loca idea de vivir libres de violencia, de no ser asesinadas como 11 mujeres al día en México por razones de género.
Es por eso, que es un buen momento para invitar al sentido crítico en futuras protestas.
No permitamos que las noticias hablen más de las pintas feministas que de los feminicidas, las negligencias y el sufrimiento de las víctimas; ya no abonemos a que persistan las violencias para las mujeres y niñas porque “nunca más contarán con la comodidad de nuestro silencio”.
@incidefemme