Después de la colección de cuentos El Llano en Llamas (FCE, 1953), y de la novela Pedro Páramo (FCE, 1955), Juan Rulfo comenzó a ser cuestionado por críticos, periodistas y colegas escritores que deseaban saber cuándo iba a publicar otro libro. El asedio se volvió más intenso al despuntar década de los sesenta, cuando su obra cobró relevancia internacional.
Al principio, las respuestas del escritor sayulense fueron evasivas, pero luego les imprimió un toque de humor que algunos creyeron y hasta se atrevieron a publicar comentando equis proyecto en que él trabajaba, aunque en realidad nada había de cierto. El silencio —como en su novela—, se prolongaba, hasta que en 1964 su guion cinematográfico El Gallo de Oro, fue llevado a la pantalla con el mismo título y bajo la dirección de Roberto Gavaldón. Aunque en ese entonces pocos supieron que dicha historia había sido escrita entre 1956 y 1958. Después de esto, el escritor guardó silencio.
El mito de que Juan Rulfo no volvió a escribir ni a publicar es algo que se ha repetido hasta el cansancio. También se le ha catalogado como una especie de escritor espontáneo, limitado, por la brevedad de su obra. Para desmentir estas acusaciones y señalamientos existen testimonios de amigos, publicaciones e instituciones que avalan lo contrario.
Como prueba de lo anterior, recién apareció “Una Mentira que dice la Verdad: Conferencias, Ensayos, Entrevistas y Otros Textos de Juan Rulfo” (RM, 2022), cuya edición corrió a cargo de Víctor Jiménez, apoyándose en el acervo de la Fundación Juan Rulfo. Se trata de un surtido bibliográfico del autor que supuestamente permaneció inactivo. Suman en total diecinueve documentos, muchos de ellos inéditos, acompañados de fichas técnicas, así como análisis críticos que sirven como obra de consulta o para conocer más al autor, como en una entrevista deja al descubierto que mentía acerca de un señor que le contaba las historias y que al morir ya no tuvo más material para escribir.
“Una mentira. La Literatura es una mentira que dice la verdad” (P. 142), responde al periodista Ernesto González Bermejo, dejando en claro que nada de lo que escribía era real. Todo formaba parte de su imaginación, que venía siendo el fuego de esa hoguera que dio origen a sus personajes y a sus historias.
Las buenas mentiras definen la obra de un autor. Juan Rulfo supo mentir y hacerle creer al mundo que se mantenía al margen de asuntos públicos, pero sobre todo a la pluma y al papel. En este libro se puede atestiguar que nunca fue así: disfrutó en silencio la vida y su oficio literario.